Alberto Palacín está convencido de que si la gente conociera un poco mejor el trabajo que se lleva a cabo en una ganadería de vacuno tradicional «comerían mucha más carne de ternera» y la valorarían como realmente se merece un producto de esta calidad. Y esta fue la razón que provocó que, en el año 2014, pusiera en marcha Chistau Natural, un proyecto familiar que le permite completar todo el ciclo productivo de su ganadería, desde la cría de terneros recién nacidos, pasando por el engorde de los animales y, finalmente, la transformación de la canal en lotes que venden por España y el sur de Francia gracias al uso de las nuevas tecnologías, que facilitan que su carne se conozca en todo el mundo.

Desde muy pequeño, en la casa familiar de Alberto, en la localidad oscense de San Juan de Plan, la cría de vacuno era su principal modo de vida. Sus padres, y antes sus abuelos, tenían vacas y criaban terneros que luego vendían a cebaderos. «Pero, en el año 2014, mi mujer Amanda y yo tomamos la decisión de transformar la carne y venderla a familias particulares, a restaurantes del valle o a grupos de consumo con el fin de evitar los intermediarios y que el valor de la carne no se pierda por el camino», recuerda este joven ganadero que aprendió, de la mano de carniceros amigos, la manera más idónea de sacar el máximo rendimiento a la canal.

Lo hizo, sobre todo, porque quería acabar con las dudas que, en muchas ocasiones, surgen alrededor del origen de la carne. ¿Qué han comido las terneras? ¿Dónde pastan? ¿Su alimentación es natural? Demasiadas preguntas que Alberto Palacín trata de responder como mejor sabe, ofreciendo a sus clientes una carne de primera calidad, a través de su web: www.chistaunatural.com/productos.

«Nuestro único objetivo es que los consumidores sientan, con total seguridad, que están comiendo una carne saludable, con todos los beneficios que conlleva una alimentación natural, en plena montaña», aclara Alberto.

Y estos son los argumentos que justifican la calidad de su carne, que vende empaquetada gracias al transporte en frío. «Mensualmente, matamos una media de tres a cuatro terneras en el matadero de Aínsa. Después, traemos la canal hasta San Juan, donde contamos con una sala de despiece y aquí nos encargamos de cortarla y conseguir la correcta maduración de la carne. Luego, todo fileteado, lo envasamos en lotes que incluyen un trozo de cada una de las partes del animal: chuletón, filete, entrecot o churrasco. De esta manera, al consumidor le sale mucho mejor de precio y, lo más importante, comen productos de calidad».

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