Pachangas

Sin prisa, pero sin pausas. Alguien debería empezar a preguntarse qué está pasando en esta España que no se puede permitir más inestabilidad política. Ni una nueva recaída que acabaría por aplastar a las familias y a las clases medias, que han soportado sobre su lomo la larga crisis de la que aún estamos por salir. Pero los síntomas son los que son. A saber: el paro en agosto ha sufrido el mayor aumento en los últimos diez años; en Aragón, el repunte ha sido superior a la media nacional, pese a que el dato interanual es aún positivo; el turismo flojea en España –también en el Pirineo– de forma sensible por primera vez en mucho tiempo; la inversión extranjera huye del país y de todos sus riesgos políticos y financieros desde que Sánchez llegó a la Moncloa investido en minoría absoluta y con una inestabilidad parlamentaria sin precedentes. Hasta el Gobierno admite ya una desaceleración económica que, si no se ataja, acabará pronto convertida en amenaza real. La pregunta, por tanto, incumbe en exclusiva al Gobierno de Sánchez. Pero aquí seguimos todos sin respuestas y asistiendo estupefactos a sus pachangas y sus continuas contradicciones.