Los pacientes se unen ante el temor a que desaparezcan las unidades del dolor

Crean una plataforma y acuden al Justicia de Aragón, Ángel Dolado, para mostrar su preocupación.

Pedro es paciente de la unidad del dolor del hospital Clínico.
Pedro es paciente de la unidad del dolor del hospital Clínico.
Aránzazu Navarro

Aragoneses afectados por patologías crónicas graves se han unido en una plataforma para mostrar su preocupación por la posible desaparición de las unidades del dolor de la Comunidad. Alertan de que algunos servicios tienen previstas jubilaciones sin que se hayan planeado sustituciones y otros, como el de Huesca, se han deteriorado con la acumulación de importantes listas de espera.

La Plataforma de Defensa de las Unidades del Dolor de Aragón (Pduda) surgió hace tan solo unos meses por el temor a que estos recursos se reduzcan y ya la conforman cerca de medio centenar de pacientes. Uno de sus primeros pasos ha sido el pedir ayuda al Justicia de Aragón, Ángel Dolado, que ha admitido a trámite su queja.

En la reclamación a Dolado, denuncian el claro deterioro de la unidad del dolor en Huesca, que consideran está "prácticamente desmantelada". De hecho, en el escrito recuerdan que el proceso de citación se produce cada quince días y "da servicio pocos días al mes"."Así, las citas se producen con una demora de año o año y medio", lamentan en su reclamación, en la que recuerdan también que la "cartera de servicios" ya no incluye algunos tratamientos para el dolor.

Pero la plataforma también muestra su preocupación por las informaciones que llegan desde Teruel."Nos avisan de que en breve se jubilará la doctora encargada de la unidad del dolor del Obispo Polanco", advierten los pacientes que recuerdan que este servicio atiende a 2.000 enfermos cada año.

Asimismo, exponen sus dudas sobre el futuro de la unidad del dolor del hospital Clínico de Zaragoza,"de gran prestigio nacional e internacional". Según explican en su escrito, en breve se jubilará uno de los facultativos y unos meses más tarde causará baja larga otro.

Además, recuerdan que recientemente ha acabado un programa de terapia grupal para pacientes con dolor crónico que estaba gestionado desde esta unidad. Incluyó 12 sesiones a cuatro grupos de 10 cada uno por parte de un psiquiatra."El objetivo era el tratamiento integral en pacientes con dolor crónico severo. Este servicio va a dejar de darse por falta de financiación", aseguran a través del escrito, en el que reconocen que ya dirigieron por este motivo un escrito al consejero de Sanidad, Sebastián Celaya, para solicitarle la continuidad del programa."Tenemos constancia de que el consejero se ha dirigido a la dirección del hospital con el fin de otorgar su beneplácito. Pero, en estos momentos, la terapia no se ha restablecido", manifiestan en el escrito al Justicia.

En conclusión, la plataforma creada considera que la posible supresión o merma de servicios de las unidades del dolor, tal y como están diseñadas en la actualidad, provocará un "déficit en la calidad de vida de los pacientes con dolor crónico"."Supondrá una pérdida de salud de manera inmediata, un aumento de la lesividad por deterioro de sus funciones biológicas, psicológicas y sociales y un incremento de la necesidad de ser atendidos en los servicios de Urgencias de los hospitales aragoneses", concluye.

"Llegué a plantearme cualquier cosa"

Tras un fatal accidente, Pedro Polo se fracturó hace tres años la tibia, con una sección del nervio safeno. Después de varias operaciones y 17 tornillos, el dolor llegó a ser tan insoportable, que "me bebía los nolotiles como si fueran agua y, en algún momento, pensé en hasta desaparecer o hacer cualquier cosa".

Prefiere olvidar el año y medio que pasó hasta que un traumatólogo del centro de especialidades Inocencio Jiménez de Zaragoza le derivó al servicio de Rehabilitación y, de ahí, a la unidad del dolor del hospital Clínico."Puedo decir que me devolvieron las ganas de vivir", asegura Pedro."Ellos se han convertido en mi segunda familia", añade.

Pedro explica que le plantearon todas sus alternativas y le aconsejaron un neuroestimulador medular como último recurso."Tuve que llegar a ponérmelo, porque la medicación no me hacía nada", señala Pedro, que explica que a través de este aparato puede"engañar" de alguna manera al dolor. Aun con todo, hay  días, sobre todo con el cambio de tiempo, en los que llega a plantearse si no hubiera sido mejor incluso amputarle la extremidad."Llego a tomar hasta diez o doce pastillas al día", apunta Pedro, al que le han concedido la incapacidad permanente.

No entiende que los hospitales no den la importancia que se merecen a las unidades del dolor,"salvadoras de muchos enfermos"."Si faltan las unidades, acudiremos a Urgencias, con el gasto que conlleva", advierte. También pone sobre la mesa la necesidad de que las unidades del dolor estén compuestas por diferentes especialistas, entre ellos, un psiquiatra."Es algo fundamental para nosotros. Yo me sentía un bicho raro hasta que me hicieron ver que había otra gente que sufría como yo", concluye.

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