Inauguraciones

Los políticos nos tienen acostumbrados a los ciudadanos a actuar de manera incongruente sin pizca de remordimiento. Que un ministro acuda a Aragón a inaugurar una infraestructura que su partido intentó eliminar de los presupuestos es una muestra de ello.

Los mensajes políticos cambiarán cuando lleguen las elecciones y vuelvan a pedirnos el voto.
Los mensajes políticos cambiarán cuando lleguen las elecciones y vuelvan a pedirnos el voto.
Ilustración Heraldo

Desde Aristóteles, se ha atribuido a distintos pensadores y estadistas esa frase según la cual la política es el arte de lo posible. En la actualidad, por el contrario, habría que preguntarse en qué momento dejó de ser posibilista para situarse en las antípodas. No hace falta salir del escenario español para darnos de bruces con una realidad de la que mana a borbotones eso que hemos dado en llamar desafección social de la clase política. Traducido: hartazgo y cabreo con un cuerpo dirigente dispuesto a tomar el pelo a los ciudadanos. Porque ver al nuevo ministro de Fomento, José Luis Ábalos, inaugurar un tramo de la autovía A-23 en Huesca, cuando hace cuatro días su grupo parlamentario votaba contra las enmiendas que incrementan las partidas para esa y otras infraestructuras en Aragón, no deja de ser chocante. Seguramente sería esfuerzo mayor pedir al ministro que recordara que también fueron su partido y el gobierno de Zapatero los que paralizaron esas mismas inversiones en 2010, y que desde entonces acumulan años de retraso. Pero es inevitable exigir a todos una mínima coherencia. La que de nuevo perderán cuando vuelvan a pedirnos el voto.