¿Qué sucede con los monasterios abandonados?

El cierre de conventos es un fenómeno que afecta a las tres provincias aragonesas.

Entrada principal al convento de monjas concepcionistas de Calamocha, cerrado en 2007.
Entrada principal al convento de monjas concepcionistas de Calamocha, cerrado en 2007.
Sergio Martínez

La falta de vocaciones para la vida contemplativa y el consecuente cierre de monasterios abre el interrogante de qué sucederá con todos esos conventos que se van quedando vacíos en las tres provincias aragonesas. Algunos de ellos con siglos de historia y un importante valor patrimonial.

La mayor parte de los monasterios -y las obras de su interior- son propiedad de la orden a la que pertenecen las religiosas que lo habitan. Por eso, cuando las monjas (o monjes) hacen las maletas y marchan a otros destinos, se suele abrir un discreto proceso de negociaciones por el que la orden trata de encontrar comprador para los edificios. En los últimos años, han ido apareciendo monasterios en distintos portales web dedicados a la venta inmobiliaria yahora mismo se anuncia uno a 80 kilómetros de Zaragoza en la página aldeasabandonadas.com.

Sin embargo, la venta de estas propiedades no siempre resulta fácil. En Zaragoza, las monjas se marcharon en el año 2014 del monasterio de Jerusalén, entre La Romareda y el Hospital Miguel Servet, y siguen sin cerrar ningún acuerdo pese a la interesante ubicación de este recinto monástico en una zona consolidada de la capital. No es el único caso. En Aragón, abundan los ejemplos de monasterios abandonados que las órdenes religiosas han tratado, sin éxito, de vender a otras congregaciones, a ayuntamientos o a entidades privadas.

En Albarracín, las Dominicas que se marcharon del de San Esteban y San Bruno en 2013 intentan desde entonces que se haga cargo del recinto la Fundación Santa María de Albarracín. Antonio Jiménez, el presidente de esa entidad, decía entonces que los gastos que eso podría acarrear serían demasiado elevados para la fundación, aunque a día de hoy todavía barajan la posibilidad: "Es un edificio precioso de 3.000 metros cuadrados en la parte baja del valle de Albarracín y podría convertirse en un proyecto estratégico para el territorio y generador de empleo, pero hay que estudiarlo", sostiene Jiménez ahora. En estos momentos solo se utiliza su capilla de forma esporádica como local de ensayo de los grupos de música de un proyecto comarcal.

A pocos kilómetros, en Gea de Albarracín, las Clarisas Capuchinas sí lograron vender el convento que dejaban en 2006. En este caso a la Cruz Blanca, hermandad que lo utiliza -a veces- como lugar de vacaciones de los usuarios de sus residencias. Por contra, tanto en Miedes como en Báguena los conventos abandonados en 2015 y 2007 siguen vacíos tras fracasar las negociaciones de compraventa con los ayuntamientos. En Báguena, el consistorio quiso reconvertir en residencia de ancianos este edificio del siglo XVII declarado Bien Catalogado y en Miedes se pensó en transformar el suyo en establecimiento dedicado al turismo rural, pero los dos proyectos quedaron aparcados. En Calamocha, por contra, el consistorio sí se hizo con la propiedad del convento de las Concepcionistas pero tampoco se le ha llegado a dar ningún uso y desde el Ayuntamiento confirman que el edificio sigue vacío y que no hay ningún proyecto firme de futuro para uno de los edificios más emblemáticos de la capital del Jiloca.

Monlora, vivo por devoción vecinal

Destaca, en la Diócesis de Jaca, la experiencia del santuario y convento de Monlora. Allí, una asociación de carácter privado se hizo con su propiedad a principios del siglo XX y a día de hoy sigue integrada por unos 900 devotos de la Virgen de Monlora -la mayoría vecinos de Luna y sus alrededores- que con sus aportaciones aseguran la conservación del edificio pese al ir y venir de distintas órdenes religiosas.

José Antonio Mehavilla, vicepresidente actual de esta Hermandad de Nuestra Señora de Monlora, detalla  que parte del complejo monástico funciona ahora como restaurante y que, en un futuro cercano, les gustaría poder abrir el convento como alojamiento rural.

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