Por
  • Rafael Martínez Cebolla

Cuando el Ebro duerme

Crecida del Ebro.
Crecida del Ebro.
Laura Uranga

Se hablaba de sequía hace unas pocas semanas, pero la llegada de sucesivas borrascas, anónimas por cierto, ha borrado esa imagen y ha instaurado de forma veloz el problema recurrente de las crecidas del río más caudaloso de España. El Ebro, con sus crecidas, no es el problema; el problema es de planificación y ordenación del territorio. Es aquí donde no se están haciendo bien los deberes. Cuando el Ebro duerme, nos permite estudiar la situación de su cauce, sus márgenes y su llanura de inundación, componentes del mismo río. Ese análisis genera las posibles soluciones locales al problema de ordenación. Cuando el Ebro duerme es cuando hay que involucrar a todos los actores implicados en esta película recurrente. Desde el agricultor o el ganadero que se sirven de los recursos que les brinda la llanura de inundación, hasta las administraciones públicas que tienen que atender, por un lado, a la regulación de la política hidráulica y, por otro, a aprovechar las oportunidades que ofrece el Ebro como servicio ecosistémico.

Evaluar el dragado sistemático de un río o la validez de un sistema de defensa como son las motas no se puede resolver con una simple afirmación o negación. Es necesario afrontar el problema de forma global, analizando la dinámica fluvial, y dar las soluciones efectivas para la convivencia del hombre y sus actividades con el medio. Buena parte de la población local reclama soluciones para evitar las pérdidas económicas. Proponen que se les deje ‘defenderse’ del río con las herramientas que antaño utilizaban: limpieza de bosques de ribera, revisión de motas, extracción de gravas. Es entendible, pero no olvidemos que el río es un ser vivo a pesar de su regulación: las crecidas seguirán produciéndose y el río continuará reclamando su espacio. El río nos está llamando la atención para decirnos que no se encuentra bien, que su lugar de vida ha sido ocupado y que quiere revisar su ‘contrato’ con el hombre. La Administración no ataca de raíz el problema cuando el río entra en su periodo de letargo.

El Colegio de Geógrafos recuerda que este problema, los efectos de una crecida extraordinaria, tiene su solución en la ordenación del territorio. Los usos y ocupaciones del suelo han de ser revisados. Aragón no se puede permitir desalojar cada cierto tiempo a población en riesgo que vive en residencias de tercera edad, construir urbanizaciones y vendérselas a ciudadanos que no saben que ocupan el lugar de vida de un río o que se ‘viole’ el dominio público hidráulico así como los limites legales de la principal arteria vertebradora de la región. El geógrafo tiene herramientas para dar con las soluciones ante las crecidas. Hay muchos ejemplos de trabajos bien hechos en Aragón para convivir con el río. El parque fluvial del meandro de Ranillas es un magnífico botón de muestra de cómo aprovechar el río como servicio ecosistémico permitiéndole acomodarse cuando muestra toda su fuerza. Sí, el parque es fluvial porque es del río, porque permite al hombre disfrutar de su paisaje y del ecosistema que vive en él. Es el río quien estaba allí antes de que nos instaláramos para saciar nuestra sed y desarrollar actividades económicas.

Dentro de unos meses, el río volverá a hacernos disfrutar de otro de sus paisajes tan naturales como las crecidas: el estiaje. Y entonces, si esta estampa se acompaña de otro evento extremo como la sequía, nos recordará que el cambio climático ya esta aquí. La Administración ha de activar ya el verdadero sistema que permita solucionar el problema: la ordenación del territorio. Eso pasa por sentar en una mesa a la población local afectada (ayuntamientos, cooperativas, asociaciones), a la propia Administración, a otros actores secundarios y, sobre todo, a la comunidad científica, en la que los geógrafos, como especialistas en la ordenación del territorio, debemos estar presentes. Pero, sentarlos en la mesa no para hacer la foto, sino para dar soluciones.

Por favor, desde el mayor respeto institucional, dejen de parchear una situación que se demuestra insostenible. Dejen de ponerle la barrera que quieran al agua porque ella la saltará, buceará o destrozará. Aborden el problema de forma global y rigurosa. Piensen a nivel de cuenca fluvial, no a nivel de núcleo urbano. ¡Y escuchen! Escuchen, hoy, el sonido del Ebro a su paso por el valle, porque solo quiere despertarnos de nuestro propio letargo para revisar su ‘contrato’ y seguir conviviendo con el hombre.