Avenida electoral

Crecida del río Ebro en Osera
Crecida del río Ebro en Osera

Aunque algunas elecciones deparen bloqueos como el de Cataluña o el que no hace tanto mantuvo a España 300 días sin gobierno –también sin desgobierno–, de vez en cuando se agradece ir a votar. Ahora mismo, en un clima de incertidumbre preelectoral, se respira tensión política y se agradece. Llega la riada del Ebro y, para que no se repiten los errores y el desastre de 2015, a un año de la cita con las urnas todo el mundo se pone las pilas. La ministra Tejerina trabaja en fin de semana para interesarse por el Ebro y por ese Monrepós que ya debería estar terminado. El presidente Lambán lleva una semana con las katiuskas políticas puestas –recuerda a Schröeder cuando, a pie de inundaciones en el Rin, dio la vuelta a las encuestas–, intentando no perder un solo voto en el ‘cinturón rojo’ de la Ribera Alta y pescar en el río revuelto del cabreo social con todos. Hasta el concejal Cubero deja de lado contratas y remunicipalizaciones y se pone al frente del gabinete de crisis municipal. Sí, se agradece. Porque, aparte de embates e indulgencias de la naturaleza, verlos trabajando juntos, con previsión, recompensa. Quién se salve después del naufragio electoral será otro cantar.