Nieve en la autovía

La autovía A-23 fue ayer intransitable en varios tramos a causa de la nieve. Es comprensible que una carretera se corte por un temporal, pero la vía que articula Aragón de norte a sur debería tener más calidad y contar con más recursos para evitar tantos cierres y restricciones.

Camiones atascados en la subida hacia Ferreruela.
La consejera Mayte Pérez, atrapada por la nieve en la autovía A-23
M. P.

Una nevada provocó el cierre durante varias horas de la A-23 en varios tramos y en ambos sentidos, el uso de cadenas y varios choques de vehículos. El temporal, poco habitual a mitad del mes de abril, colapsó la autovía que comunica la Comunidad desde el Pirineo hasta el sur de Teruel y complicó el tráfico en otras vías. En total, 42 tramos de carreteras de las tres provincias se vieron afectados por cortes y retenciones. La DGA, la Dirección General de Tráfico y la Guardia Civil actuaron con diligencia para evitar, como ocurrió el pasado mes de enero en la AP-6 (la autopista de peaje que sale de Madrid camino de La Coruña), que quedaran atrapadas un gran número de personas. No obstante, sí que hubo acumulación de centenares de coches y camiones.

La autovía A-23 registra ya una abultada nómina de incidentes por nieves y lluvias a pesar de que aún no está terminada en toda su longitud. No es una infraestructura envejecida y, sin embargo, presenta un acusado deterioro del firme en algunos tramos y otros deben ser cerrados con frecuencia en cuanto nieva. Acaso si se hubieran hecho mejor el diseño y la construcción desde el principio, se hubieran ahorrado ahora problemas y dinero. A pesar de las peculiaridades orográficas, una Comunidad moderna como la aragonesa debe distinguirse por evitar o mitigar situaciones de emergencia tan primarias como las provocadas por la climatología y, en caso de producirse, por aminorar sus consecuencias.

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