Jóvenes cualificados y entorno rural

Si las salidas profesionales para los jóvenes son difíciles de encontrar, las circunstancias se complican todavía más en el caso del entorno rural.

El empleo creció un 1,9 % en Aragón en 2018, con 577.000 personas ocupadas
Foto de archivo de una oficina de empleo.
Aránzazu Navarro

Harta de vivir pegada a una maleta, de depender de un vehículo propio o del transporte público para volver a casa cada fin de semana, de la inestabilidad, de no tener un hogar definido, del ruido, la contaminación y el estrés de la ciudad.

No es justo que por haber nacido en una zona rural tus medios estén tan limitados a la hora de buscar empleo. Tengo 25 años y, como tantos jóvenes, estudié en una ciudad para especializarme dentro del mercado laboral, pero con la falsa expectativa de volver una vez cumplido dicho objetivo. Hay gente que se marcha para no regresar, buscando alternativas que no puede encontrar en un entorno rural, pero esta es su decisión, no una imposición. A otros no nos queda otra opción, pues las oportunidades en el medio rural para jóvenes, cualificados o no, son pocas.

Aun así yo quiero apostar por ello, me niego a vivir en un sitio en el que no me siento identificada y estoy segura de que muchos, si pudieran, también regresarían a sus lugares de origen.

Es cierto que en un entorno globalizado las oportunidades se multiplican, pero no todo el mundo busca eso, ni nos movemos por ambiciones y consumismo; queremos crecer y mejorar, pero partiendo de otros medios, los rurales. Apostar por el sector primario ofreciendo subvenciones o beneficios fiscales a los emprendedores. Dotar de buenos servicios e infraestructuras la zona y disponer de una adecuada conectividad tecnológica resulta primordial para implantar una red empresarial.

Que se tomen medidas, que se invierta y que se apueste por nuestras zonas rurales y en especial por Teruel. Los índices de despoblación son cada vez mayores, las empresas no quieren invertir en estas zonas porque no interesa. No interesa a una sociedad donde se busca siempre el máximo beneficio; y eso, por instalaciones, infraestructuras, logística, carreteras y subvenciones, no es precisamente algo de lo que podamos alardear. Si la gente joven se va, tendemos un medio rural cada vez más envejecido, menos atractivo: el problema se retroalimenta.

Es desolador ver cómo el lugar donde creciste merma día a día, con un futuro incierto; y que las pocas fuentes de ingresos que había están cerrando. Es impotencia lo que muchos sentimos cuando, pagando los mismos impuestos que todos, no tenemos los mismos derechos ni las mismas prestaciones en cuanto a educación, sanidad o incluso seguridad; y a los hechos me remito con la operativa del caso de Igor el Ruso.

Me niego a pensar que para tener un trabajo en el que poder crecer profesionalmente en base a unos estudios, tenga que ser en un polígono masificado en la periferia de una gran ciudad o en un centro de negocios. La vida local existe y nunca se sabe dónde vamos a terminar, pero por ahora quiero apostar por mejorar el entorno rural. Y eso, sin la conciencia y el apoyo de todos, es una meta difícil de conseguir.

Para llevarlo a cabo hay que intervenir, actuar y mentalizar a la sociedad. A la mayoría no es un asunto que le interese y menos aún si no les incumbe. ¡Qué más les da que Teruel o Soria se despueblen si ellos van a vivir igual! Muchas veces nos volvemos egoístas y no ponemos medios para algo de lo que no vamos a obtener beneficios o no nos interesa. Por ello, los que sí queréis apostar por la idea tenéis que uniros para luchar, por nosotros, por nuestros pueblos y para que el entorno rural no decaiga. ¡Sí, al empleo juvenil en el entorno rural! Antes de que sea demasiado tarde...