El Burgo de Ebro: en el futbolín no vale molinillo

La empresa zaragozana nació en 1947, es la decana nacional de su ramo y lleva varias décadas asentada en El Burgo de Ebro, con ventas a medio mundo y una vocación artesanal muy definida.

Instalaciones de Futbolines Val
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Laura Uranga

En 1947, Cesáreo Val mejoró el modelo que el jovencísimo gallego Alejandro Finisterre había creado con apenas 18 años una década atrás, notable evolución del que diseñara el pionero mundial del gremio, el inglés Harold Thorton. Val lo puso para que los chavales que iban a comprar tebeos y novelas se entretuvieran en el local; luego lo desarrolló, puso el taller en la calle María Moliner y en los setenta lo vendió a uno de los trabajadores de la empresa, Manuel Fuertes. Cuando Fuertes dejó el negocio, hace ahora siete años, se lo vendió a la familia Gotor, emparentada por vía materna con Val. Están en El Burgo de Ebro porque Val llevaba décadas en su actual emplazamiento y los Gotor no vieron sino ventajas a la hora de plantearse la continuidad.

"Vivimos muy deprisa y no estamos muy involucrados con el pueblo, pero nos gusta estar aquí y ayudar a que El Burgo se conozca en muchos sitios". Así habla Juan Isidro Gotor, el patriarca de la saga propietaria; su hija Mamen, socia de la empresa, se encarga de mover la máquina desde una posición gerencial y de imagen. "El nuestro es un sector vivo, mantenemos las tradiciones y también nos esforzamos por mejorar e innovar. Llevamos siete años de los setenta y pico de la empresa, y tenemos muy claro que no podemos dormirnos. Aunque hay otros modelos muy distintos por España, estamos por todas partes en el país, y también fuera. Estos días preparamos un modelo destinado a un cliente londinense, la semana pasada mandamos otro a Boston en Estados Unidos; el ejército español tiene un futbolín Val en la Antártida, y también lo tenían las fuerzas desplegadas en Afganistán. Hay futbolines nuestros en Israel, uno en el aeropuerto de Barajas, y otro en el de Sao Paulo… tenemos clientes en medio mundo".

El Burgo de Ebro: en el futbolín no vale molinillo

Las reglas van por barrios, pero el ‘molinillo’ y la ‘jugada’ –pase– en la delantera son detalles mal tolerados por los expertos. "En cada sitio tienen sus normas, yo en eso no me meto", apunta Juan Isidro.

Versatilidad de formatos

Existen varios modelos de futbolín Val, siempre hechos de haya (el pino se reserva para exteriores). El 1947 es el más conocido, luego está el Clásico (con versión para domicilio que puede ‘customizarse’ con cúpula y leds, e incluso cambiar la altura de la mesa) y el Junior, algo más pequeño en dimensiones y con las patas más cortas. También están disponibles las paletas (pequeños artilugios con manoplas en doble función de guardameta y atacante, sin barras de jugadores) y palbolines, que mezclan el formato de barras de jugadores y la paleta. Otros se convierten en mesa; todo un alarde multifuncional.

Los muñecos clásicos enfrentan al Real Zaragoza y al Osasuna (blanquillos y rojillos) pero se puede pedir cualquier equitación. Las bolas son de baquelita y también se hacen en la fábrica de Val. "Esa es nuestra máquina más moderna –bromea Gotor, señalando al aparato que prensa al calor el polvillo que luego se convierte en las bolas- y aún estamos perfeccionándola con nuevas tecnologías; ojo, que sigue en funcionamiento y va de maravilla; las cosas de antes, ya sabes. Los jugadores son de una aleación de aluminio y se pintan a mano". Son otros añadidos al toque clásico que rezuma Val.

Gotor hace hincapié en que la inversión de un futbolín es muy rentable para el hostelero. "Damos garantías amplias, pero la realidad es que duran décadas en buen estado, y luego pueden venderlos incluso por más dinero del que pagaron en su día. Y si lo tienes en explotación, ni te cuento; multiplica doscientos o trescientos euros al mes por cuarenta años… también tenemos un mercado de segunda mano que permite acceder a futbolines en muy buen estado a precios más cómodos; los revisamos y reparamos nosotros mismos". Sergio Torrubia y Ramiro Arnau comienzan el proceso fabril con la transformación de la madera, corte, lijado, armado y nivelado de los futbolines, y Chema Gálvez se encarga de rematar los detalles en todo el conjunto, con especial dedicación a los jugadores.

Los futbolines de una pata (un cuadrado o chapa donde están las dos piernas de los Val; son los más populares en Madrid, por ejemplo) son los utilizados en las competiciones oficiales, tanto nacionales como internacionales. "Lo de los formatos es un desbarajuste, pero es innegable que somos los pioneros. En España, los puristas prefieren los de dos piernas. No obstante, tampoco podemos cerrarnos a las evidencias y por eso estamos preparando un modelo homologable con las competiciones oficiales, destinado al mercado europeo y también al madrileño".

La coral, la escuela de jota y la banda municipal, tres orgullos del pueblo en plena vigencia

La tradición musical de El Burgo se apoya en tres patas fundamentales; la coral municipal, la banda y la escuela de jota. Encuentros, cursos, actuaciones por toda la provincia y nuevos talentos son el pasado y el presente de estas instituciones que han sabido mantenerse en vigor con entusiasmo y dedicación. La coral ha venido contando además con la dirección y arreglos de profesionales como el docente y músico Roberto Ruber, quien también se involucró en la banda municipal, cuya andadura comenzó en 1984. En la banda, una de las más prolíficas de la provincia, hay que distinguir igualmente las figuras de José Miguel Martín, Valeriano Romero u Óscar Pellés en el timón de un grupo compacto que incluye metales, madera y percusión, con más de cuarenta integrantes en total.

En cuanto a la jota, el crédito local también está muy repartido, tanto en el afán pedagógico dirigido a menores y adultos como en la parcela interpretativa y la dirección, pero los nombres de Severino Vicente, María Pilar Sanz Baquero y Juan Carlos Serrano, amén de la Asociación Orgullo Aragonés, son básicos para entender la vertiente burgolesa de la expresión folclórica más popular de Aragón.

LOS IMPRESCINDIBLES

Virgen de la Columna

Esta urbanización se creó en 1972 con fines de albergar segundas residencias, pero con el tiempo se ha convertido en centro residencial habitual para muchos de sus moradores. Tiene 227 parcelas en 45 hectáreas.

Relatos cortos

El próximo 17 de marzo termina el plazo de entrega para el VIII Concurso de Relatos Cortos que organiza el Ayuntamiento. Hay dos categorías; juvenil (de 12 a 18 años) y adultos. Las bases, en la web municipal.

Locura por el deporte

En El Burgo de Ebro hay gran afición al fútbol y el fútbol sala, además de un activo club de tenis y escuela de baloncesto. Hasta hace un lustro también era la sede de los Zaragoza Hurricanes de fútbol americano.

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