Pasacalles en el Bajo Aragón y grotestos zarragones en Luco de Jiloca

La provincia de Teruel vivió una intensa jornada con concursos y verbenas, repletos de los más variados disfraces.

Los calandinos quemaron a Don Carnal en la plaza y protagonizaron después un desfile hasta el pabellón.
Los calandinos quemaron a Don Carnal en la plaza y protagonizaron después un desfile hasta el pabellón.
Javier Vílchez

Disfraces elaborados con materiales domésticos o verdaderas joyas imitando los atuendos de personajes míticos. Todo fue válido en las fiestas y desfiles que este sábado tuvieron lugar en buena parte de los pueblos del Bajo Aragón, el Bajo Martín y Matarraña, las zonas con más tradición carnavalera de Teruel. En el otro extremo de la provincia, Luco del Jiloca revivía un año más los zarragones, una fiesta ancestral en la que un puñado de personajes siniestros salieron a las calles sembrando de terror a los visitantes con sus máscaras grotescas y el ruido de cencerros.

Ni el gélido ambiente que reinó en la mayor parte de los municipios, con temperaturas que sobrepasaron con poco los cero grados, pudo con las ganas de fiesta que tanto niños como mayores demostraron por la mañana, tarde y noche: las primeras horas de la jornada para el público infantil; y las últimas, para los adultos.

En Alcañiz los más pequeños desplegaron su simpatía, creatividad y ganas de pasarlo bien durante la celebración del Carnaval que, por primera vez, cambió el escenario de la plaza de España por las paredes del pabellón municipal debido a la bajada de las temperaturas. Los niños y niñas, de 3 a 12 años, demostraron que la mejor manera de hacer frente al frío es bailar. Piratas, princesas, unicornios, súper héroes o trapecistas de circo, todos bailaron al ritmo de ‘Despacito’, ‘Celia Cruz’ o temas de las películas Disney. Para reponer fuerzas, nada como el tradicional bocadillo de pan y chocolate para continuar con los juegos de animación que preparó el ayuntamiento de la localidad.

A las doce de la noche fue el turno de los adultos. Las cuadrillas de amigos comenzaron el recorrido de los bares acompañados por la charanga. Así, con la alegría propia de esta festividad, contagiaron su buen humor a lo largo de las calles más céntricas, hasta desembocar en el pabellón para participar en el concurso de disfraces.

Valderrobres, Calanda, La Puebla de Híjar, Ariño y Samper de Calanda, entre otros, también reservaron la tarde para los más pequeños. Calles y plazas se llenaron de color y música desde primera hora para festejar el Carnaval. Hasta el mismísimo Carles Puigdemont abandonó Bruselas por una tarde para dejarse ver por el pub Lugus de Samper de Calanda, donde los superhéroes (otros, se entiende) jugaron un papel destacado. No faltaron las princesas ni los animales en la mágica plaza de España de Valderrobres ni el gran desfile con charanga de Calanda. Por la noche, los protagonistas fueron los adultos en discomóviles y orquestas.

Diablos y madamas

El intenso frío que ha penetrado estos días en la comarca del Jiloca no impidió este sábado que un grupo de sesenta personas escenificarán en la localidad de Luco el carnaval de los zarragones, una fiesta cuyos orígenes se desconocen pero cuya fama aumenta en cada edición.

La celebración, rescatada hace quince años tras ser prohibida después de la Guerra Civil, comenzó por la mañana con un vermú y continuó a primera hora de la tarde con un espectáculo musical. Pero el plato fuerte tuvo lugar a partir de las siete, cuando salieron los personajes del carnaval: los zarragones, provistos con máscaras grotescas y vestidos con trajes de arpillera, y acompañados del siniestro sonido de los esquilos que colgaban de su cintura. Junto a ellos, los diablos con sus largas sayas, la cara tiznada de negro y unas grandes tijeras que cerraban y abrían logrando atemorizar, sobre todo, a los más pequeños. Las madamas, la contribución femenina a este peculiar carnaval, asombraron con sus insólitos disfraces, grandes mantos con los cuales ocultaban sus rostros y las pequeñas sillas colocadas sobre sus cabezas para alargar sus figuras.

El recorrido de los personajes, que fue precedido por el grupo de dulzaineros de Monreal, concluyó ya de noche, con una cena en la que participaron en torno a 300 comensales. Para finalizar, tuvo lugar una verbena repleta de máscaras y disfraces.

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