Singra: el artista de la memoria eidética

En Singra se recuerda con emoción a uno de sus ilustres, el polifacético artista Francisco Fuertes, que falleció en 1994 a los 48 años después de toda una vida  persiguiendo su vocación contra viento y marea.

Manuela Fuertes, la hermana del desaparecido dibujante y pintor singrano; tras ella, tres obras del artista.
Manuela Fuertes, la hermana del desaparecido dibujante y pintor singrano; tras ella, tres obras del artista.
Laura Uranga

El 17 de febrero de 2015, el Museo de Teruel inauguró la exposición ‘Árboles, rocas, paisajes’ del dibujante, pintor y escultor singrano Francisco Fuertes (1946-1994), una muestra que pudo disfrutarse posteriormente en Alcañiz. La idea fundamental era ‘ajustar cuentas’ –en el mejor de los sentidos– con un artista tan valorado por sus pares como desconocido para el gran público. Increíblemente prolífico, dejó una ingente cantidad de obra, especialmente en el terreno del dibujo, la ilustración y el óleo. Un cáncer se lo llevó con apenas 48 años. Francisco expuso en vida en Barcelona y Toulouse, y la muerte le sobrevino cuando había acumulado obra para dos grandes muestras en la capital catalana.

Su hermana Manuela reside en la cercana localidad de Torrelacárcel, pero la casa familiar de Singra sigue abierta y ha sido sometida a una remodelación recientemente, aunque no alberga casi ninguna obra de Francisco.; están a buen recaudo en otro lugar. La huella de este artista singular se siente en pequeños detalles de la casa, desde intervenciones en el mobiliario a bocetos y algún cuadro de pequeño formato; tres láminas en el saloncito de la planta baja con estudios sobre árboles secos, uno de sus iconos predilectos, dan fe del talento que atesoraba en el trazo.

Singra: el artista de la memoria eidética

"Aquella exposición fue una maravilla –apunta Manuela– porque Francisco no lo tuvo fácil para dedicarse al arte. Y se armó de una manera muy curiosa. Pilar, una amiga de mi nuera que vive por Gallocanta, sugirió que la obra de mi hermano tenía que llegar a más gente, y que debíamos comentárselo al Centro de Estudios del Jiloca. Vinieron a ver la obra y se sorprendieron mucho: pidieron llevarse algunas piezas a Monreal del Campo para exponerlas, y allí las vieron la gente del Museo de Teruel. Se pusieron en contacto con nosotros y todo cogió marcha. Se planteó la posibilidad de donar alguna obra al museo, pero ellos querían escoger varias de cada estilo, y mis hijos, nuera y yerno no estuvieron de acuerdo. A mí no me importaría donar una o dos; ya veremos".

En la España rural de la posguerra, las filias artísticas de los chavales no encontraban siempre el eco requerido. "Mis padres no querían, eran otros tiempos; él les decía siempre que no podía quedarse en Singra, y eso que le gustaba mucho, pero es que el campo no era lo suyo. Los desarmaba, porque él seguía ‘terneco’, empeñado… y no fue cosa de juventud, desde niño en la escuela ya estaba el día entero dibujando".

A la ciudad

Sin armar un cisma en la familia, Francisco jugó sus cartas. "Ya lo creo –recuerda Manuela- y fíjate si lo tenía claro que cuando cumplió 18 años dijo que se marchaba a un convento con los frailes, con la idea de pasar por allá y seguir camino para tener una salida sin problemas en casa. Finalmente marchó a Zaragoza y mis padres se disgustaron mucho, así que le dijeron que tendría que buscarse la vida. Entró a trabajar en Pikolin gracias a un primo, seguía pintando y recibiendo clases… cuando cumplió el servicio militar se marchó a Barcelona y se dedicó por completo al arte mientras pudo".

En la Ciudad Condal, Francisco asistió a la prestigiosa Escola Massana y se sacó la carrera de Bellas Artes. "Se dedicaba –recuerda Manuela– a crear detalles decorativos en una casa de muebles; aquí tenemos alguna muestra de aquello en el salón y la cocina. Esos muebles se exportaban, están por medio mundo; por desgracia, hubo un incendio en la fábrica y se quemó todo. En el fuego se quedó también un libro que mi hermano apreciaba mucho y que no volvió a conseguir. Luego dio clases de arte en un colegio, fue camarero los fines de semana y festivos… trabajos alimenticios. Luego se sacó el título de tornero fresador para contentar a mi madre, pero no ejerció. Yo también le di la lata, hasta que me dijo una frase: "Si queréis lo mejor para mí, ¿por qué no me dejáis seguir con esto?". Qué razón tenía".

Comunicación y agua

Juan Carlos Sánchez tiene una buena amistad con la familia Fuertes, y un amor incondicional por su pueblo, que se manifiesta en múltiples vías y que ahora tiene una asiento aún más tangible con la apuesta que supone la Casa Rural Singra. Además, ha transmitido ese amor por Singra a su hijo, que se incorpora a la granja de Portesa en tareas de mantenimiento, feliz por cambiar de residencia al pueblo de la familia.

Recientemente han llegado nuevos pobladores a Singra. "La gente que valora la tranquilidad –apunta Juan Carlos– busca pueblos como el nuestro. Dos hermanos de Barcelona y una chica de Guadalajara se han asentado aquí en los últimos tiempos. Tenemos Centro Social, pero no está abierto todo el tiempo, solo cuando nos juntamos varios.

Además del legado artístico de Francisco, Juan Carlos apunta otro valor estratégico de Singra. "Estamos a un paso de la autovía, cerca de Teruel, Daroca y Calamocha. Muchos me dicen que al tener a mano Dinópolis o Albarracín para hacer desplazamientos cómodos les cuadra quedarse aquí. Además, hace buen tiempo durante el día, no es como en otros puntos de la provincia. Por la noche sí baja bastante el termómetro. Y tenemos agua. ¿Sabes que a los de este pueblo nos llamaban los ‘resecaos’? Hace sesenta años no teníamos agua, y en 1948 bajaron el agua del monte a golpe de concejo, con todos los vecinos ayudando, hasta la fuente de la plaza. Diez años después se hicieron los regadíos, aunque ahora están cerrados; la comunidad de regantes intenta modernizar los sistemas con el apoyo de las instituciones".

Barbacoa, leña, vistas y futbolín, la combinación imbatible de la Casa Rural Singra

Juan Carlos Sánchez vive y trabaja en Teruel, pero viene a Singra –su pueblo– tres o cuatro veces a la semana, a darle una vuelta a su madre. "Me crié aquí –aclara– y luego marché, como muchos otros, pero mis padres no se fueron nunca, y este es mi pueblo. Por eso me he planteado emprender aquí". Casa Rural Singra acaba de abrir y va a empezar a moverse promocionalmente. Se sitúa en la parte alta del pueblo, desde cuya terraza se domina una impresionante vista. Tiene placas solares en el techo, aunque Juan Carlos aclara que no las puso para la casa rural, sino como inversión. "La casa era una cochera, y le he dado este nuevo uso. Está habilitada con todas las comodidades, para seis personas. Creo que tiene posibilidades; el año pasado fui trayendo amigos y conocidos, y les gusta lo que encuentran. En el patio hay barbacoa, futbolín, chimenea bien surtida de leña… lo dicho, para estar en familia o con amigos la mar de bien".

LOS IMPRESCINDIBLES

La Purificación

La parroquia local está hecha en mampostería con piedras sillares para las esquinas. Es un edificio barroco de finales del siglo XVII. La planta es de tres naves: la central es más elevada y tiene techumbre plana.

La llegada de Portesa

La firma turolense comienza ya a trabajar en su nueva granja porcina de Singra, después de elegir la localización por la calidad de su agua y nula saturación en la zona del gremio. Dará catorce puestos de trabajo directos.

La suerte de leña

Los empadronados en Singra reciben cada año su cuota de leña de monte dentro del término municipal. Las cuadrillas de amigos suben con tractores a hacer acopio para el invierno y coronan la tradición con pantagruélicas comidas.

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