Bijuesca, crisol de paisajes humanos y naturales

El agua del Manubles se abre paso entre la arena colorida o la piedra desnuda. En esta localidad conviven en invierno los pocos vecinos autóctonos que quedan con los llegados desde la ciudad.

El alcalde Ángel Millán, en el puente románico de Bijuesca.
El alcalde Ángel Millán, en el puente románico de Bijuesca.
Jesús macipe

A un lado de la sinuosa carretera aparece la roca desnuda; en el otro, la arena pura y dura. Entre ambos extremos se dibuja una extensa gama de tonalidades verdes al amparo del cauce del Manubles. Así es Bijuesca, punto de encuentro que exhibe los contrastes de recursos naturales bien diferentes. "Somos una zona de vega regada por el río y las fuentes y, al mismo tiempo, una zona de cereal en las planicies que van hacia Soria y Calatayud", sintetiza el alcalde del municipio, Ángel Millán, que en 2019 cumplirá 28 años en el cargo. "Nuestro patrimonio se puede resumir en el contraste y la diversidad de verdes; un belga que solía venir aquí lo hacía por eso, simplemente", insiste.

Esas piedras angulares que identifican a Bijuesca incluyen su rasgo quizá más conocido: el llamado pozo de los Chorros:se trata de un salto de agua en el que hoy solo caen 0,3 metros cúbicos por segundo. Un espacio acompañado de otro muy similar, el pozo Puntilla. "Aquí no tenemos piscina: contando con esto no nos hace falta. Pero ya no vengo; antes era algo para la familia y los amigos, pero en el verano viene mucha gente", apunta Jesús Portero, uno de los pocos vecinos autóctonos que todavía residen en el pueblo. Además del agua que discurre sin cesar, fuera de la vega, Piedad López, de 57 años, tiene especial predilección por el conocido como cerro de los colores o montaña de los colorines, en cuyo entorno se emplaza uno de los 12 yacimientos con los que cuenta el término municipal, recorrido a su vez por rutas senderistas y de BTT.

Al calor de estos atractivos y la tranquilidad que reina en sus calles, esta localidad, en la que durante los meses de invierno la población entera cabría en un autobús de línea regular, ha sido un enclave en el que varias personas han decidido establecerse, cambiando el ajetreo de la urbe por el silencio y la pausa en el día a día. Casos como el de la propia Piedad. "Conocíamos el valle y compramos una casa para venir de vacaciones, porque nos gustaba. Después de 23 años me siento como si hubiera nacido en Bijuesca, me llena estar aquí y soy feliz". "Cuando mi marido se quedó sin trabajo, vimos que en el pueblo había una oportunidad de ganarse la vida, porque aún había más gente y no existía tienda", explica Piedad.

"Propusimos coger la tienda y Ángel nos ofreció también el bar", detalla. Así, primero se estableció su marido y luego ella, una vez que se tomó una excedencia de la Diputación de Zaragoza –trabajó en una guardería y en un museo– y pudo irse a la localidad con sus dos hijas, cuando las pequeñas tenían 8 y 12 años. "Cuando dije que dejaba la plaza y no volvía, la gente me decía que estaba loca, pero estar en un pueblo era uno de nuestros objetivos a largo plazo", reconoce esta vecina con orígenes en la localidad cordobesa de Iznájar y cuyos padres se establecieron hace más de 50 años en el zaragozano barrio rural de Peñaflor.

Con el paso del tiempo, el bar se les quedó pequeño. "Las personas que venían siempre nos preguntaban por un sitio dónde comer y dormir, y nos planteamos rehabilitar una casa con las ayudas Leader", recuerda. Ese empeño se transformó en el que hoy es uno de los negocios de turismo rural existentes en la localidad.

Llegar y quedarse

La de Piedad es una historia muy similar a la que también ha escrito Puri Dorado, de 51 años, natural de Urda (Toledo) y que trabaja en el Hospital Ernest Lluch de Calatayud. "Me casé con un maño y desde Alcalá de Henares nos vinimos aquí; él tampoco es del pueblo, pero sí que lo conocíamos", puntualiza.

Su pareja, cuyo bisabuelo se desempeñó como veterinario en la localidad, también trabaja en la capital de la comarca, a unos 45 minutos de camino en coche, en su caso como funcionario. "Vamos y venimos todos los días, y aunque podríamos haber elegido otro sitio, elegimos Bijuesca", incide. Cuando tiene que explicar los motivos que les llevaron a decantarse por este pueblo, su rostro cambia: "Por la tranquilidad, por estar cerca del monte, por los animales, por todo lo que puedes hacer. El valle nos encantó desde el principio".

A diferencia de Puri o Piedad, Jesús Portero –al que caracteriza su sombrero vaquero– sí es natural del pueblo, donde ha trabajado como pastor, aunque a día de hoy está jubilado ‘voluntariamente’ a sus 54 años, dato que remarca con vehemencia. "Aquí antes había mucha más vida, porque se molía mucho del trigo que llegaba de Castilla", rememora. En su caso, ha ligado toda su trayectoria al campo, para el que reclama una mayor atención: "Al medio agrario español, en estas condiciones, le quedan 10 años de vida, vista la media de edad que existe". Una afirmación contundente; el tiempo dará o quitará razones.

La Saca de la Virgen del Castillo une en Bijuesca a pueblos de Castilla y Aragón

A sus 80 años, Gregorio Salas ha visto tres veces la Saca de la Virgen del Castillo, y apunta a verla una cuarta. "Antes se hacía cada 50 años, pero luego se acordó hacerlo cada 25", subraya. La última se celebró en 1996, por lo que restan poco más de tres años para que vuelva a realizarse un acto que, según el actual alcalde, conlleva una gran parafernalia. En este acto participan tanto localidades de la provincia de Soria (Deza, Carabantes, La Alameda y Reznos) y de la comarca Comunidad de Calatayud: Clarés de Ribota, Malanquilla, Torrelapaja, Berdejo, Torrijo de la Cañada y Bijuesca, que hace de anfitrión.

"La última vez estuvieron hasta los Geos. En el pueblo se juntaron hasta 7.000 personas y acudieron políticos de relevancia", explica Ángel Millán, que ya entonces era el primer edil. Durante la jornada se da una situación especial, y es que es el alcalde soriano de Reznos quien manda en Bijuesca. "A las 6 de la mañana se hace el cambio de poderes entre nosotros y los curas", explica. Una vez se recibe a todos los pueblos en la plaza, se inicia un recorrido por el término.

Una zaragozana y un brasileño dan vida al Club Social con actividades y gastronomía

Desde hace poco más de un año, Beatriz Goñi, zaragozana de 51 años, gestiona el Club Social de Bijuesca, ayudada por su marido José Luis Colcina, nacido hace 58 en la megalópolis brasileña de Sao Paulo. El tiempo que llevan como gerentes de este espacio coincide con el que acumulan como vecinos del municipio. "Vivíamos en la playa de San Juan, en Alicante; íbamos en canoa, se nos torció el rumbo y aparecimos en el Manubles", bromea José Luis, quien antes era comercial y ahora, además de estar alguna vez detrás de la barra, hace las labores de alguacil durante 6 meses al año. "Vinimos porque mi yerno tenía una casa aquí y es amigo de los que llevaban antes el negocio. Como se tuvieron que ir a Calatayud, tomamos el relevo", explica Beatriz. "Este es el centro del pueblo, el bar, la panadería y la tienda", apunta. Además, durante los fines de semana preparan tapeo propio y para los meses de más afluencia, hasta programan actividades gratuitas para habituales y visitantes: "Montamos una tirolina y en el pozo de los Chorros pusimos esas pelotas que van por encima del agua", recuerdan. Y ambos reconocen que "la acogida ha sido maravillosa".

LOS IMPRESCINDIBLES

Fuente de los 28 caños

El inicio de su construcción data de época romana; en el centro de su hilera de caños aparece un rostro de una doncella característica. El agua mana sin parar, aun en sequía. Muy próximo está el puente románico, reparado en 2003.

El cerro de colores

Los depósitos de un mar jurásico atraen las miradas por la degradación entre las capas. Algunos vecinos recuerdan como las arenas del lugar se utilizaban para fregar las vajillas. En sus proximidades hay un castro celtíbero.

El Pozo de los Chorros

Espacio natural que atrae a visitantes de la zona e incluso de fuera de España. En su entorno trabajaban antaño dos molinos que aprovechaban el agua del Manubles; hoy es un recorrido resguardado en verano de los calores vespertinos.

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