Novales: corre Martín, corre

Después de tener la tienda Atleta’s en Barcelona durante 34 años y de completar una exitosa carrera atlética, este metrónomo humano disfruta de la jubilación en Novales.

Domingo Catalán, campeón del mundo del 100 km, en su huerto de Novales.
Domingo Catalán, campeón del mundo del 100 km, en su huerto de Novales.
Laura Uranga

Un cartel frente al Ayuntamiento en Novales bautiza el espacio como ‘plaza de Martín Catalán, campeón del mundo de atletismo’. Para los que no sean del pueblo, la frase confunde; quien más y quien menos sabe en la zona (y en el mundo del atletismo aragonés) que en Novales nació y vive Domingo Catalán, doble medalla de oro planetaria en la distancia dorada del ultrafondo, los 100 kilómetros... Martín para los de casa, puesto que ese nombre figura en el registro civil junto a Domingo –el santoral del día añadió ese segundo nombre– y así le han llamado siempre en el pueblo.

Treinta y curo años ha tenido Domingo la tienda Atleta’s en las proximidades de la plaza de España de Barcelona, establecimiento especializado en zapatillas y complementos para corredores. Cerró hace un año y, desde entonces, Domingo –que tiene setenta años– pasa la mayor parte del tiempo en Novales, donde se ha hecho su casa y vive con su esposa. Ambos lo tienen claro: los próximos años jugarán su partida vital en el pueblo.

Novales: corre Martín, corre

"Hice muchos amigos en la tienda. Venían por dos cosas, la charla con los consejos y, sobre todo, porque les hacía buen precio. A Adil Mechaal, por ejemplo, lo conozco desde niño, lo traían sus entrenadores", ríe Domingo, que llegó a Barcelona desde su pueblo en 1962, a los catorce años de edad. "Empecé a correr en Barcelona, en el 64. Un antiguo atleta, obstaculista, me preguntó si hacía deporte, y le dije que algo de pelota mano, pero que no tenía mucho tiempo con el trabajo y los estudios. Me animó a correr porque dijo que tenia pinta de atleta".

Lo cierto es que el zagal tenía aguante, y como fondista extendió esa característica hasta bien entrada la cuarentena –sus mejores años de atleta– e incluso la cincuentena. "De los nueve a los catorce fui pastor, y hacia muchos kilómetros cada día con las ovejas, cuando el perro no me hacía caso hacia de pastor y de perro, ya ves. Ahora aún corro despacico una hora diaria, aunque tengo mal las rodillas, muchas lesiones. Luego de cabeza al río, aunque hiele, aunque hace unos días que no me he atrevido a tirarme".

Entrenar con el mejor

El visionario exatleta le dijo a Domingo que fuese al F.C. Barcelona y hablase con Gregorio Rojo, quizá el entrenador más prestigioso que ha dado el atletismo español. "Allí empecé, y él me entrenó muchos años. Soy del Barça, de hecho en el club sigo siendo de la cada, pero también animo al Huesca y le tengo simpatía al Zaragoza. Luego me fichó la Nike y empecé a ganar alguna perrilla".

Domingo probó en varias distancias. "Hice cross y también obstáculos y medio fondo, aunque odiaba la pista. Luego ya tiré para el fondo; no tenía velocidad, pero sí resistencia, y por eso encontré mi sitio en las pruebas de aguantar, cuanto más mejor. En maratón hice 2’17” como mejor marca. Dos veces gané el mundial en 100 kilómetros, una vez fui segundo y seis veces campeón de España. No tengo muchas fotos ni recortes; el otro día me pidieron de la media maratón de Granollers, que voy a dar la salida el día 4 de febrero, y mi hija me tuvo que ayudar".

La maratón no fue suficiente. ¿Se hacía corta? "No se hacía corta ni pequeña, córrela y verás –afirma, con los ojos encendidos– pero yo no podía destacar en la pista, mi tiempo no bastaba para beca. Con la gente de Maratón Cataluña en los setenta y ochenta se hizo un gran trabajo. Me propusieron ir a correr la maratón de Nueva York y allá fui, luego volví varias veces. Yo clavaba el ritmo, los pasos de los parciales, casi sin mirar el crono, aunque lo llevaba".

Lo de Martín

Domingo se enteró que se llamaba Domingo cuando fue a Barcelona a trabajar, por los papeles penales que pedían las empresas. Hasta ese día siempre fue Martín. "Pon Domingo, me gusta mi doble vida –ríe a carcajadas– pero aquí tengo el mayor éxito de mi vida deportiva; la plaza que me dedicó el pueblo, y ahí dice Martín, en la misma casa en la que nací. Ninguna medalla es mejor que eso".

Novales es su hogar, y le tiene un cariño absoluto. "Aquí hay gente buena, y muchas cosas por hacer; la Asociación de Amigos del Castillo es un ejemplo. Tengo claro que siempre voy a estar ahí cuando me necesiten. Durante unos años hubo carreras aquí, y en eso pude ayudar para organizar y traer gente. Ahora nos toca a mi mujer y a mí disfrutarlo: ella es de Barcelona, pero el pueblo le gusta aún más que a mí. ¿Qué más puedo pedir? Pues eso".

Ponciano Sanz, un héroe para darle de comer aparte

Ponciano Sanz nació en Grañén. Trabajó con su familia durante cuarenta años en el Cajal de Grañén (hostal y restaurante), hasta que acabó vendiendo la propiedad. Ahora lleva diez años al frente del Bachicosa en Novales. Nada más acabar la mili (en Bomberos de la Base Aérea, en Zaragoza) Ponciano vivió uno de esos sucesos que marcan la vida de las personas. "Había ido al estanco y volvía al Cajal cuando me avisaron que había fuego en una casa cercana. Agarré dos extintores y corrí hacia allá. El fuego grande estaba en la cocina y allí, detrás de la puerta, encontré a dos chavalicos. Cogí aire, entré, apagué el fuego y agarré a los niños junto con Román Bierge; uno de ellos sobrevivió, el otro estaba demasiado malherido. Hace un par de años vino aquí un señor que hacía el Camino de Santiago, nos pusimos a hablar y me dijo que a su sobrino lo habían salvado de morir en un incendio de Grañén. Cuando le dije quién era yo, se emocionó mucho".

LOS IMPRESCINDIBLES

El castillo

Construido en el siglo XI, perteneció a Fortún Garcés del Valle. En 1451 fue señorío de Luis de Santángel, quien acabó la torre de piedra. Después perteneció a la rama oscense de los Bardají. El último tenente fue el marqués de Ayerbe.

Casa Ferrer

Este coqueto alojamiento rural con el castillo ante los ojos se abrió en 2008 es una vivienda independiente dentro de la casa de sus poseedores, hábil para cinco visitantes. Trato familiar y buenos consejos para el paseo por la ruta fluvial.

El azud del Molino

En la salida de Novales, a apenas dos kilómetros en dirección Siétamo, se puede disfrutar de esta preciosa poza, con merendero contiguo. Se llama del Molino porque allí había uno en funcionamiento décadas atrás.

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