Cuatro errores históricos persistentes del independentismo catalán

No hay nacionalismo que deje de recurrir al pasado para fundamentarse y el catalán cumple esta regla con notorio abuso de las distorsiones.

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Cuatro errores históricos persistentes del independentismo catalán

Los errores de información sobre nuestro pasado son muy comunes. Muchas personas tienen conciencia de ello. Últimamente es frecuente la sensación, del todo correcta, de que los nacionalismos –variedad peligrosa de los patriotismos– crean, con éxito, historias completamente a medida. Los partidos nacionalistas, antes y ahora, priorizan la actividad en la red educativa y en la malla de la comunicación social. En eso ha ido más aprisa y más lejos el separatismo catalán que el vasco, acaso porque este segundo parte de una base tan burda y primaria como la que construyó Sabino Arana. Las tribulaciones que el independentismo catalán está causando en toda España dependen en buena medida de la visión del pasado que el separatismo induce con insistencia en la población, a través de un sistema escolar y una red mediática con un alto grado de infiltración.

Cuatro de los errores más difundidos en relación con Aragón se exponen a continuación.

Unión de Aragón y ¿Cataluña?

Contra lo que se dice, no hubo ‘unión de Aragón y Cataluña’ en el siglo XII. En esa fecha no existía el término Cataluña ni los territorios del rey de Aragón (Ramiro II el Monje) y del conde de Barcelona (Ramón Berenguer IV) tenían fronteras en común. Varios condados que luego se considerarían parte de Cataluña no estaban aún bajo el dominio del conde barcelonés (así, Ampurias, Pallars o Urgel). Ramón Berenguer IV y su joven esposa, la reina aragonesa Petronila, casaron en 1150 a condición de que el conde no sería rey si tenía descendencia. Su hijo Alfonso II fue el primer soberano común al conjunto y el de conde de Barcelona fue un preciado título entre los muchos que llegó a tener el rey de Aragón, monarca conjunto que fue también, entre otras cosas, rey de Valencia, Mallorca, Sicilia, Nápoles y Cerdeña. Incluso se tituló un tiempo rey de Jerusalén, no sin motivo.

La supuesta ‘confederación’

No existió una ‘confederación catalano-aragonesa’, salvo que se fuerce mucho el concepto para ahormarlo a los prejuicios. El término es anacrónico, nace en 1869 y da una idea errónea del caso histórico. Una confederación es un pacto político entre estados que democráticamente acuerdan cierto grado de unión entre iguales. Pero el pacto entre el rey y el conde va de arriba abajo: la boda de Petronila y Ramón Berenguer IV no tiene nada de confederal: es un pacto entre príncipes que unen dos familias en una sola que ejercerá la soberanía. El conde aceptó literalmente al rey como "rey, señor y padre". Se convirtió, pues, en súbdito, vasallo e hijo del rey de Aragón y por eso murió sin titularse rey. ‘Corona del Reino de Aragón’ es término usado ya por Jaime I (siglo XIII). Finalmente, ‘Corona de Aragón’ llamaron los reyes al conjunto de sus soberanías, que formaban una ‘composite monarchy’ y, en expresión del siglo XIV, una ‘respublica regnorum et terrarum’. Cataluña siempre fue parte de la Corona de Aragón (no del reino aragonés, confusión corriente).

‘Generalidad’ nada exclusiva

La ‘Generalitat’, como se llama en Cataluña y en Valencia, existe igualmente en Aragón con el nombre de Diputación ‘General’. Los tres gobiernos autonómicos han recuperado este nombre histórico. Se origina en los tres territorios al mismo tiempo, en 1362, en una de las reuniones de Cortes Generales de toda la Corona (aragoneses, valencianos y catalanes más baleares), que se celebraban en suelo aragonés (Monzón). Pedro IV, en ruinosa guerra con Castilla, logró la aprobación de un impuesto aduanero ‘general’ (sin exenciones), que empezó por ser del 5 al 10% del valor de los productos. Y las respectivas Cortes designaron sendas ‘diputaciones del general’ para su correcta recaudación. Estos órganos se consolidaron, en diversos grados y momentos, como autoridades permanentes y fueron ganado competencias: en Cataluña sucedió en 1413; cinco años después, en Valencia; y en Aragón, en 1436.

Rey de los catalanes

Los catalanes no forman un reino, pero tienen un rey, al que llaman ‘Senyor rei”, y no conde, ni conde-rey: el rey de Aragón. La Casa de Aragón (nunca se dijo ‘de Barcelona’ o ‘de Cataluña’) es soberana en Cataluña y los catalanes, valencianos, baleares y aragoneses, la aclaman gritando su apellido, "Aragó, Aragó!" o "¡Aragón, Aragón!", al modo en que en otros lugares se grita "York!", "Bourbon!" o "Stuart!" (Estuardo). Cataluña perteneció a los Aragón y a su Corona, no al reino de Aragón. Este tenía primacía jurídica, por la doble razón del origen y del rango: así, el soberano común se coronaba únicamente en Zaragoza y, como dejó escrito Pedro IV, Aragón era al mismo tiempo su "nombre y título principal". Lo cual no tiene hoy más alcance político que el que en política se le quiera dar.