Alrededor de 30 aragoneses precisan al año un trasplante de médula de otra persona

El Servet asume los de donante familiar, pero remite fuera los de no emparentados.

Mario con su padre Toño, esta misma semana en una revisión en el hospital Miguel Servet.
Alrededor de 30 aragoneses precisan al año un trasplante de médula de otra persona
Oliver Duch

Cerca de una treintena de aragoneses requieren al año un trasplante de médula ósea de otra persona. El Miguel Servet de Zaragoza asume el procedimiento cuando la donación es por un familiar, pero remite fuera los casos no emparentados. Aunque los especialistas se muestran cautos y aseguran que cada enfermo es un mundo, reconocen que la supervivencia incluso puede superar ya el 80% en los casos más favorables. Pacientes y familiares animan a ser donante en la semana en la que se ha celebrado el Día del Trasplante de Médula Ósea.

Este tipo de tratamientos se usan fundamentalmente para combatir enfermedades hematológicas, la inmensa mayoría leucemias agudas o síndromes mielodisplásicos. El trasplante restaura las células madre que se destruyen tras administrar dosis muy elevadas de quimioterapia o de radioterapia con el objetivo de erradicar las células cancerígenas.

Los especialistas intentan primero encontrar un donante entre los familiares más cercanos, normalmente los hermanos, en los que la posibilidad de ser compatibles es del 25%. Pero si esta opción no es factible, es cuando se recurre al trasplante no emparentado. Entonces es necesario acudir a registros de donantes, donde el proceso hasta encontrar donante es "más largo y complejo", pero permite trasplantar a pacientes que "de otra forma no sería posible", asegura la jefa de servicio de Hematología y Hemoterapia del hospital Miguel Servet, Pilar Delgado Beltrán. Precisamente, este último centro sanitario lleva a cabo aproximadamente unos diez trasplantes de donante familiar (lo que se denomina como trasplante alogénico de donante emparentado) y deriva a otros hospitales entre diez y quince pacientes que precisan la médula de una persona no conocida (trasplante alogénico de donante no emparentado).

Pero, ¿después cómo se lleva a cabo el proceso? Delgado explica que la médula ósea, con las células madre, se encuentra en el interior de los huesos, "nada que ver con la médula espinal que se encuentra en la columna vertebral y que mucha gente confunde". Para obtener estas células madre, antiguamente el donante debía pasar por quirófano, pues se tenía que puncionar repetidamente los huesos de las caderas. En la actualidad, en la gran mayoría de los casos, no es necesario. Los facultativos estimulan la médula ósea por medio de fármacos para que las células progenitoras pasen al torrente sanguíneo. "Así al donante solo se le tiene que colocar una vía y una máquina recolecta las células madre. El resto de sangre vuelve de nuevo al origen", señala la especialista.

Una vez finalizada esta fase, comienza el trasplante al enfermo. "Las células madre tienen la capacidad de ir al interior de los huesos, anidar y, en aproximadamente quince días, empezar a fabricar médula ósea. De forma que, poco a poco, se regenera y se fabrican las células sanguíneas", apunta la facultativo.

Aunque se ha avanzado mucho para intentar evitar rechazos, los especialistas reconocen que es uno de los escollos más importantes a los que se enfrentan. Puede haber dos tipos. Bien que el organismo del paciente no permita el injerto y se produzca un fallo de implante o que sean las células madre transferidas las que ataquen el cuerpo del paciente. "Es lo que llamamos enfermedad injerto contra receptor y puede ser desde poco relevante a muy, muy grave", afirma Delgado, que explica que el riesgo más importante se concentra en el primer año después del trasplante. Los problemas más frecuentes se dan en la piel, tubo digestivo, hígado... En muchos de los casos, estas afecciones se pueden ir afrontando con tratamiento.

Delgado hace hincapié en que este tipo de trasplante de médula ósea debe distinguirse de otro denominado autólogo, donde al paciente se le extraen sus propias células y se congelan. Esto permite administrarle dosis muy altas de quimioterapia o radioterapia, porque luego utilizan sus propias células para que se recupere mejor, explica la doctora.

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