Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Fernando Aguiló: "Hemos logrado que en la India los descastados sean escuchado"

Fernando Aguiló es urólogo y el coordinador de Sanidad y secretario de la Fundación Vicente Ferrer. Ayer ofreció en el Colegio de Médicos de Zaragoza la charla ‘La otra Sanidad’.

El doctor Aguiló, en el Colegio de Médicos de Zaragoza.
El doctor Aguiló, en el Colegio de Médicos de Zaragoza.
Raquel Labodía

¿Cómo es ‘la otra Sanidad’?

Es muy diferente a la nuestra: tenemos centros de asistencia primaria, hospitales, pruebas… En la India no hay Seguridad Social, todo es privado. Y nosotros atendemos a la gente que no tiene acceso a la sanidad. El gran paso es que hemos logrado que los descastados sean escuchados. Trabajamos en las áreas rurales y llegamos a unos tres millones de personas.

Suena imposible replicar allí el modelo español.

El sistema es similar al americano y recuerda al que había en España en los años 50, de beneficencia. Allí los hospitales del gobierno son gratuitos pero deficientes. Y el sistema privado es de alta calidad, pero muy caro. Nosotros tratamos a la gente que no tiene casta, los más marginados. Nuestra función, como dijeron Vicente y Ana, es dignificar su vida.

¿Por dónde empiezan?

Dividimos nuestra labor en Educación, Sanidad, Mujeres, Discapacitados, Vivienda y Ecología. En Sanidad, desarrollamos los hospitales; la atención a la zona rural y la educación sanitaria.

¿Cómo resuelven el reto de llevar la sanidad al mundo rural? Es algo complicado incluso en Aragón.

Médicos indios y españoles formamos a unas 120 mujeres, que a su vez dan clase –de las enfermedades más comunes- a unas 1.200 trabajadoras. Ellas son las médico de cabecera y cada una se encarga de 20 aldeas. Controlan que los enfermos sigan sus tratamientos, que las embarazadas se hagan pruebas… Cuando no ven claro el caso, llevan al paciente al hospital.

¿Les frustra ver patologías que aquí se curan con tres pastillas?

El paciente de allí es muy distinto al de aquí. Cuando aquí viene una persona que se ha roto la pierna, tal vez es también hipertenso. Y ya. Allí, estás ante un paciente que además tiene malaria, dengue y anemia. Pueden tener 40 años pero aparentar 70. En las mujeres la anemia es tremenda. Ellas son el motor de cambio en la India.

¿Cómo viven esta gran brecha?

Hace 21 años que voy por allá. Los cambios han sido muy importantes. En el 96 había un médico, ahora hay 23 médicos nativos en los hospitales. Entre el 70% y 75% salen del hospital con el problema resuelto. El resto no, y probablemente en España sí lo harían. Pero tampoco tenemos sitios donde derivarlos. Hemos organizado un programa de diabetes, pero sin insulina, porque no hay neveras en las casas. Hay cosas tan básicas como esto o no tener reloj.

Han reducido la transmisión del VIH. ¿Cuál ha sido la clave?

El Gobierno da a todos los hospitales los antiretrovirales de primera generación, pero a nosotros nos ha considerado centro de referencia y nos proporciona gratuitamente también los de segunda generación. Tenemos unos 5.000 pacientes tratados, de los cuales más de 200 son niños que fueron tratados al nacer y que no han desarrollado la enfermedad. Eso es una satisfacción indescriptible.

Eso es lo mejor... ¿y lo peor?

Nos queda entre un 25% y 30% de casos por resolver: patologías cardíacas, traumatismos, aspectos de la ceguera… Podríamos necesitar trasplantes de córnea, pero eso luego requiere que el niño reciba gotas cada dos horas, y su padre ni sabe lo que son gotas ni lo que son las horas porque nunca ha tenido reloj. Hay aspectos simples que estoy seguro de que los conseguiremos. El Gobierno indio está muy concienciado.

¿Le pone enfermo la diferencia entre países?

No me pone enfermo, pero no somos conscientes de lo que es haber nacido aquí y no allá. Nos quejamos mucho. La frase por antonomasia de Vicente es que se puede erradicar la pobreza. Se pidieron 4.000 millones a la UNU para hacerlo y lo rechazó. Tres meses después, se destinaron 40.000 millones a salvar a los bancos.

Una vez allí, ¿se pueden permitir ponerse malos?

(Risas) ¡Y tanto, cogí una malaria! Pero la traté aquí. Cuando vas, sabes que te puede pasar.

¿Qué cambia cuando se viaja allí?

Se aprende a relativizarlo todo. Te olvidas de las luchas intestinas que muchas veces nos ocupan.

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