Discursos

Dicen que el poder aísla. Cierto o no, parece menos discutible que suele acabar produciendo ensimismamientos, pues no en vano la política viene a ser el arte de acceder al poder para mantenerse en él. Parafraseando a aquel personaje de ‘La loca historia del mundo’, debe ser bueno ser presidente. Le ocurre a Rajoy, que ha acabado el año convencido de que la economía mejora y España deja la crisis, pese a que de momento su gobierno empieza este 2017 sin presupuestos, que es tanto como decir, por ejemplo, que la subida salarial a los funcionarios deberá esperar. Le ocurre también a Lambán, que en su correspondiente discurso de fin de año presume del pacto de izquierdas que permitió aprobar unas cuentas "progresistas" para 2016, pero pasa por alto que está lejos de poder reeditarlo ahora. Es decir, inversiones paralizadas, la ley bandera de la emergencia social in albis y colegios y hospitales solo en el papel de sus proyectos. Como son días para renovar buenos propósitos, a ambos habrá que concederles el beneficio de la duda, pero ninguno debería ignorar las consecuencias de generar falsas expectativas. Los ciudadanos no perdonan. También lo dijo Lambán.