La pérdida y el olvido imposible

Aspecto general del monasterio de Santa María de Sijena, fundado en 1118 por doña Sancha
La pérdida y el olvido imposible
Luis Franco

El Real Monasterio de Santa María de Sijena fue fundado el año 1188 por Doña Sancha, esposa del rey de Aragón Alfonso II, en un terreno pantanoso y próximo al río Alcanadre que está situado entre Huesca, Barbastro, Zaragoza y Lérida. La regla de este monasterio femenino y lugar de acogida de damas de la nobleza se inspiró en la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, pero por su cercanía a la familia real fue, además de monasterio, una prolongación de la Corte, panteón real, Archivo de la Corona, hospital, y foco de cultura y vertebración de un territorio de importancia estratégica.


Su iglesia es de planta de cruz latina, con la singularidad de que el crucero se adelanta respecto del claustro, posiblemente para integrar en el lado sur una antigua torre y en el lado norte una capilla sanjuanista que fue utilizada como panteón y que tiene una torrecilla cubierta con semiesfera, ahora oculta, que remite a la Orden Hospitalaria y al Templo de Jerusalén. Tanto su cabecera de tres ábsides semicirculares, uno de ellos eliminado en el siglo XVIII, como la portada abocinada de 14 arquivoltas se añadieron en la segunda mitad del siglo XIII.


Es bien conocido que la sala capitular del monasterio mostraba una singular confluencia entre la arquitectura tardo-románica, los techos de muy temprana adscripción mudéjar y sus pinturas murales de influencia bizantina. El techo estaba formado por doce taujeles colocados entre los arcos diafragma, y el conjunto de pintura mural, extraído tras el incendio de 1936 y depositado actualmente en el MNAC, supera la expresión del mundo románico al que pertenece, tanto por su cualidad tridimensional como por su naturalismo y el sentido trágico de la expresión. Su autoría está atribuida a miniaturistas británicos que a finales del siglo XII trabajaron en Palermo para Federico II, rey de Sicilia y esposo de Constanza de Aragón, hija de la reina fundadora.


La etapa de mayor esplendor del monasterio sucedió entre los siglos XIII y XIV, cuando se ha concluido la obra tardo–románica con la sala capitular, se ha instalado el Archivo en una segunda planta, se ha adaptado la capilla como Panteón para Doña Sancha y sus hijos Pedro II, Dulce y Leonor, y cuando la priora Doña Blanca, hija de Jaime II, reúne un rico patrimonio de obras de arte y dignifica su Palacio Prioral. Durante todo ese tiempo el Monasterio contó con el apoyo de los Reyes de Aragón, pero a partir de 1412, al situarse a favor del pretendiente catalán en el Compromiso de Caspe, pierde la protección real e inicia un largo periodo de decadencia. Fue subastado con la Desamortización de 1874, pero la Orden Hospitalaria consiguió recuperar la propiedad y emprendió una lenta recuperación de las zonas más deterioradas. En 1915 se rehicieron los lados norte y oeste del claustro en estilo neo-románico, y en 1927 se intervino en las fábricas de la Iglesia. Finalmente, un incendio provocado el 3 de agosto de 1936 arrasó completamente el monasterio, sus excepcionales techumbres y numerosas obras de arte.


Solo se salvaron de la ruina la iglesia y el panteón, pero al desaparecer las construcciones superpuestas emergió descarnada la sencilla estructura del monasterio del siglo XII: naves de una planta con arcos diafragma situados cada 3 m., cubiertas a dos vertientes con correas de madera y el faldón de la nave prolongado sobre su panda, cimientos, zócalos y arcos de sillería de piedra arenisca y gruesos muros de tapial. Igualmente, la desnudez de las fábricas dejó a la vista las huellas de las obras hechas a comienzos del siglo XIV para levantar una segunda planta: el recrecido de ladrillo de los arcos de piedra, hecho para formar el plano de apoyo del suelo, y las rozas de los muros del claustro abiertas para apoyar el arranque de la bóveda que soportaba la galería superior.


En la década de 1950 tiene lugar la intervención "estilística" de Chueca Goitia en la iglesia, el refectorio y la panda sur del claustro, y en el año 2003, un convenio suscrito entre la Fundación Caja Madrid y el Gobierno de Aragón nos permitió actuar sobre las dos naves de los dormitorios que estaban completamente arruinadas.


Nuestro primer objetivo fue afrontar la patología provocada por un acuífero superficial, ya que el monasterio está cimentado sobre un terreno pantanoso y el agua afectaba progresivamente a la piedra y al tapial. La solución consistió en realizar un sistema de drenaje subterráneo por gravedad, con zanjas y tuberías que desalojan el agua del subsuelo y la conducen fuera del monasterio para que el nivel del acuífero descienda y no afecte a la construcción.


El segundo objetivo fue cubrir las naves para proteger los restos heredados, pero sin perder el valor documental de las únicas evidencias materiales que atestiguan la existencia de una segunda planta en el siglo XIV. Para ello, e interpretando la arcaica masividad del sistema constructivo original, se recuperó la secuencia de arcos, se completaron los muros perimetrales, se instaló un techo plano de correas de madera sobre los arcos recrecidos, incluyendo el volumen capaz de los taujeles en la sala capitular, y se evitó toda compartimentación ajena a la continuidad de la planta medieval.


La intención ha sido la de evocar el espacio interior del siglo XIV, pero sin reconstruir la segunda planta que tuvo y dejando el volumen exterior cortado para enfatizarlo como arquitectura incompleta. En este mismo sentido, y como la pieza que caracteriza un recinto monástico es su claustro, se propuso recuperar la doble escala y el sentido de este espacio central mediante una reconstrucción analógica de las arcadas perdidas, hecha sobre su traza original, pero dejando sin cubrir las pandas para evitar contradicciones con las importantes huellas históricas que muestran los muros.


Se trata de una solución de compromiso entre la pura conservación de los restos y la aproximación a la tipología fundacional, que evita todo exceso que desfigure este espacio arqueológico y arquitectónico, y que utiliza las texturas de los materiales utilizados en la intervención para evidenciar los principales episodios constructivos del monasterio. Hemos querido aproximarnos al carácter del recinto monástico sin recurrir a falsificar la arquitectura perdida, y dotando a la ruina que encontramos de una entidad arquitectónica coherente y basada en las trazas y leyes constructivas de este monasterio. Finalmente, creemos que la recuperación de Sijena requiere de un consenso efectivo que venga a compatibilizar el uso cultural y la vida monástica recuperada desde 1985, especialmente cuando las conocidas demandas sobre los bienes artísticos procedentes del monasterio han obtenido las primeras resoluciones favorables para el Gobierno de Aragón.

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