La selectividad, entre bambalinas

El martes comienzan en Aragón las que podrían ser las últimas pruebas de este tipo tras 40 años en vigor. Tres días de nervios para los estudiantes... Y para sus responsables.

Examen de selectividad, en junio del año pasado, en la Facultad de Derecho de Zaragoza.
Examen de selectividad, en junio del año pasado, en la Facultad de Derecho de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Como tantas otras cosas, también la selectividad depende de qué ocurra en las urnas el próximo 26 de junio. La actual ley en vigor, la Lomce, la sustituye por una reválida en 2º de Bachillerato, similar a los exámenes actuales, pero que ya no dependerá de las universidades. Por lo tanto, el presente proceso, que se inicia en Aragón este próximo martes, podría ser el último, tras 40 años en vigor.


Si la reválida que marca la norma para futuras convocatorias ha tenido contestación entre la comunidad escolar, tampoco la selectividad nació con grandes adeptos. El responsable de la prueba en la Universidad de Zaragoza desde 2008, el exvicerrector de Estudiantes Fernando Zulaica, reconoce que él, en 1975, se manifestó contra ella. "Entonces, proveníamos del PREU, y se pasaban tres reválidas. En 1970 cambió el sistema y se impuso el COU. Y, durante 1973 y 1974, el que lo aprobaba no tenía ningún examen posterior. Por eso estábamos en contra", justifica. Casualidades del destino, Zulaica acabaría encargándose de la prueba, que él no considera una selectividad. "La selección la hacen los institutos, que presentan a los que ven preparados. Porque la selectividad en realidad la aprueba casi el 94% de los que la hacen", comparte.

¿Qué pasará en el futuro?

Hoy, convencido del sistema, ve con incertidumbre el futuro. "El diseño que hizo el Ministerio al principio era erróneo. Con un control tipo test con 350 preguntas no se consigue evaluar la capacidad crítica o la madurez del estudiante. Pero el Ministerio nos escuchó y hará una reválida similar a la actual selectividad. Le pedimos que tenga la suficiente calidad para que no tengamos que poner nuestro propio examen y hacer pasar a los alumnos dos veces por lo mismo", explica.


Una vez que cierra el capítulo del mañana, vuelve los ojos al pasado. Él ha liderado una última fase de selectividad que pasó de una nota máxima de 10 a una de 14, y que ponderaba más diferentes asignaturas según las carreras solicitadas por los estudiantes. "Generó dudas al principio, pero es un sistema que yo valoro positivamente. El hecho de que haya una fase general y otra específica ha corregido cierto fracaso académico en los primeros cursos de las titulaciones", destaca.


Además de las dificultades inherentes a la organización, a Zulaica le ha tocado lidiar con padres y madres que traían con la lengua fuera el DNI de sus vástagos, olvidado en casa, o se ha tenido que desplazar al hospital para examinar a algún bachiller que ha sufrido un cólico. "Son muchos nervios, especialmente el primer día. Pero cuando comprueban que el examen no es distinto a los del instituto, los nervios desaparecen en un 90%", advierte.

un cambio de época

A Monserrat Martínez, una de sus antecesoras, le tocó otra época, cuando desaparecieron los distritos y la nota de selectividad daba la oportunidad de elegir universidad en todo el país. "A través de la Red Universitaria de Asuntos Estudiantiles, nos encontrábamos los presidentes de las distintas comisiones. Y analizábamos las pruebas para que no hubiera grandes diferencias y, por tanto, consecuencias en las notas", indica.


En su opinión, hay un concepto erróneo con estos exámenes: "Hay que quitarle de la cabeza a los chavales que es la Universidad la que pone un 9 para acceder a una titulación. No es así, es la ley de la oferta y la demanda y no pueden confiar en la nota de corte del año anterior, porque puede variar", advierte. Y, ante conflictos o acusaciones de mala evaluación, la experta aconseja pedir revisión. En cualquier caso, cree que hoy los estudiantes salen en general mejor preparados y tienen más facilidades que cuando existían los distritos.


Martínez dejó el cargo en 2004, pero lo recuerda con cariño. Eso sí, no se libró de velar por el cuidado de los controles -"de una absoluta confidencialidad y limpieza", subraya-, ni de algunas erratas que provocaron confusión en las aulas. "Una x en el lugar equivocado de un examen de Matemáticas puede provocar muchos quebraderos de cabeza", bromea.

"el proceso más crítico"

La presente edición de la selectividad se celebrará en Aragón entre el martes y el jueves y hay 5.530 inscritos. Una cantidad de jóvenes que pone a prueba la propia estructura universitaria. Bien lo sabe Juan Arana, que dirigió una de las áreas del servicio de informática que gestiona estas pruebas. "Para mí, la selectividad es el proceso más crítico de toda la Universidad, junto con la nómina. Porque no puedes equivocarte ni retrasarte una hora", detalla.


Comenzó en esta labor a principios de los noventa, con unos ordenadores McIntosh que les daban algún quebradero de cabeza. "Alteraban un poco los redondeos, una centésima o menos. Pero a veces eso era crucial para la admisión en determinados estudios, así que procedíamos con mucho cuidado", recuerda.


Los procesos informáticos se han ido adaptando a los tiempos, por ejemplo, para permitir que todos los correctores tecleen las notas al mismo tiempo, porque antes las máquinas llegaban a saturarse. Y no solo ellas. "En los primeros años, teníamos unas impresoras rudimentarias y se calentaban mucho. Cada tribunal estaba al cargo de unos 800 estudiantes, que a 8 papeletas cada uno, llegaban a colapsarse y teníamos que contar con impresoras de repuesto", cuenta Arana.

Todos a la vez

Incluso hoy surge algún contratiempo en momentos puntuales, por ejemplo, cuando salen las notas. Porque todos los que se han presentado las consultan al mismo tiempo y, algunos, varias veces. "Las calificaciones salen siempre a una hora precisa y aparece una avalancha inmensa de demandas de consultas que han llegado a tirar el sistema. Hemos ido incorporando técnicas y organización, pero tampoco puedes dimensionar los ordenadores para una magnitudes que solo se usan media hora al año", destaca. "Hay personas que en diez minutos lo miran cuatro veces. Y son 5.000 personas..." , recalca.


Los resultados de la selectividad fueron de los primeros que se pudieron consultar por internet y, en palabras de Arana, la Universidad siempre ha trabajado por reducir tiempos. Pero no siempre es posible. Hace unos cinco años, lo lograron con un sistema de lector de marcas, que evita escribir el nombre del alumno y las asignaturas. Pero, en ese mismo periodo, el sistema cambió, dando más peso a las materias que tienen que ver con los estudios escogidos, y obligó a un esfuerzo suplementario para los informáticos.


Arana también recuerda quejas por exámenes, algún follón cuando ha caído en Latín algún autor que, en principio, "no entraba", o por la dificultad de pruebas de Ciencias. Pero él, como Raquel Serrano, que fue jefa de la sección de alumnos en administración, han compartido los nervios de los alumnos. "Hay que preparar la infraestructura al mínimo detalle. No puede fallar nada, aunque cambien las leyes y te vuelvan loco", manifiesta Serrano.

Diseño al milímetro

Serrano se ha pegado muchos días hasta las dos y las tres de la mañana para encartar las notas de todos los que habían pedido una facultad. Y también ha estado presente en momentos que muchos alumnos querrían: en la custodia de los test. "Es un secreto total, solo lo vemos dos o tres personas. Se hacen un día antes del primer examen y se guardan en una caja fuerte", desvela. Este es el motivo de que comiencen habitualmente en martes, para ser muy cuidadosos con el calendario. "No queríamos ponerlo los lunes por no guardar los exámenes todo el fin de semana. Tampoco que coincida una jornada en sábado para ser respetuosos con las diversas religiones que puedan profesar los alumnos".


Y, por si alguno de los que se presenten este año se lo pregunta, este equipo se encarga de prever cualquier incidencia, las médicas incluidas. "Siempre se cuenta con Cruz Roja, porque hay caídas y algún desmayo. Que no se preocupen, que está todo preparado al milímetro", advierte.

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