Clases que suenan a chino

Tras los próximos exámenes, saldrá la primera promoción de chino de la Escuela Oficial de Idiomas de Zaragoza. Llevan ocho años preparándose para lograr el B2.

Dos grupos de avanzado de chino de la Escuela Oficial de Idiomas del Actur.
Los dos grupos de avanzado de chino de la Escuela Oficial de Idiomas del Actur, el pasado jueves en clase.
Raquel Labodía

No pueden ser más occidentales, pero se han convertido en una gran familia... china. Y lo han conseguido, como decía la profesora de ‘Fama’, con sudor... y con codos. Lo suyo no ha sido ‘madao cheng gong’ (en cristiano, éxito inmediato, aunque la traducción literal sea algo así como "los caballos llegan y el éxito, también"), sino una tarea diaria y costosa. Son los primeros alumnos que se examinan del B2 en chino en la Escuela Oficial de Idiomas de Zaragoza, para lo cual han tenido que pasar ocho años de clases –en otros idiomas, son seis– y un reguero de deberes, estudios y descubrimientos por su cuenta. Pero habrá merecido la pena: aquellos que consigan pasar el control se convertirán en la primera promoción de chino.


Empezaron alrededor de sesenta en el centro Fernando Lázaro Carreter, en el Actur, el único en el que se imparte chino. Pero solo ocho han llegado a la línea de meta, un porcentaje de abandono no tan elevado como pudiera parecer. "Está en sintonía con lo que pasa con el alemán, pero la tasa es más alta que en inglés o francés", reconoce Daniel Lezcano, el profesor que les ha acompañado todo este tiempo en esta aventura.


El propio docente tiene su particular historia de amor con el idioma que le llevó, de pequeño, a estudiarlo en un restaurante chino del barrio de San José y a trasladarse al país del sol naciente en 2003, donde se sacó su titulación. Lezcano reconoce la dificultad... pero también la alegría cuando avanzas. "Cuando empezamos a impartir estos estudios, me parecía que ocho años era mucho, pero luego cambié de opinión. Así tienen menos presión. Y se puede trabajar más, por ejemplo, en pronunciación", cuenta. En realidad, para hablar y escribir en chino, solo da tres consejos: ganas, horas y motivación. Y sus alumnos –tanto el que está a punto de titularse como el que lo intentará el próximo año– han cumplido con los tres.


"A mí me lo recomendó una amiga. Me apunté y me parecía muy difícil, pero me daba coraje que pudiera conmigo. Además, a mí me gusta mucho escribir y sus caracteres tienen una belleza especial", declara Olga Moreno. Su compañero Eduardo Salvago asiente. Después de estudiar inglés o alemán, el idioma chino le ha atrapado. "Es muy diferente, más mágico", afirma.


Dicho esto, a nadie le ha parecido pan comido. Admiten que la gramática es sencilla... pero nada más. "Además, es un idioma tonal y según digas una palabra puedes estar haciendo una pregunta o pidiendo un beso a tu interlocutor", explica M.ª Luz Ramírez. Alguno se desenganchó, otro estuvo a punto de abandonar...


Pero esta particular orla está a punto de lograr su título gracias a su perseverancia. "Yo me organizo cada día guardándome un mínimo de una hora para el chino. No puedes dejarlo ni una semana", reconoce Antonio Cabezudo. Sin embargo, proporcionalmente al esfuerzo también ha sido la satisfacción: se han ido a China ya cuatro veces, en grupo o en solitario, y defendiéndose bien con los nativos. También han llegado a abordar a población china por la calle para poner a prueba sus conocimientos. "Y se alegran un montón cuando ven que conoces su idioma", informa Carmen Nogués. Además, organizan diversas actividades relacionadas con el idioma, y su profesor les ha enseñado recetas, a jugar al ajedrez chino o caligrafía. "Y hay aplicaciones de intercambio de idiomas por internet y hablamos con jóvenes chinos que están estudiando español. Nos corregimos mutuamente", explica Israel Pardos.


En cualquier caso, casi todos cuentan que su entorno demuestra extrañeza cuando se descubren como estudiantes de chino. "Mis amigos me dicen que soy muy raro", se toma con humor Carlos Holgado. Otras, como M.ª Luz Ramírez, recuerda que, al principio, le costó adaptarse. "Me sonaba todo a chino –ríe–. Pero aunque hay que trabajar mucho, relaja. En clase tienes que estar tan concentrado que desconectas y te olvidas de todo los demás".


Precisamente porque no quieren olvidarse del idioma, ahora esta promoción solicita que se implante el nivel C1, para poder continuar sus estudios. "Incluso mandamos cartas al Ministerio. Si alguno de nosotros pasamos, nos quedaremos un año parados, y esto no es inglés, hay que trabajarlo cada día", denuncia Salvago. Según Educación, no es fácil encontrar profesores de este idioma. Pero Lezcano cree que, si se elimina uno de los tres grupos de básico, los docentes actuales lo podrían asumir sin coste adicional para la Administración. Mientras tanto, siguen apurando sus últimas clases antes de lograr su esperado –y trabajado– reconocimiento.

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