Fomento lleva ocho años sin invertir en la línea ferroviaria Zaragoza-Teruel-Valencia

De 2013 a 2016, la señales que obligan a los trenes a reducir la velocidad por mal estado de la vía han pasado de 9 a 18. Los sindicatos alertan del deterioro sufrido.

El deterioro de la vía es visible en muchos puntos, como en el de la foto, cerca de Sarrión.
El deterioro de la vía es visible en muchos puntos, como en el de la foto, cerca de Sarrión.
A. G. / Bykofoto

El ferrocarril Zaragoza-Teruel-Valencia está en vía muerta. Aquejado de un alarmante deterioro debido a su antigüedad y a la falta de mantenimiento y sin recibir inversiones estatales para su modernización desde hace ya ocho años, muchos temen que esté siendo empujado hacia su cierre bajo el inexacto argumento de que ha perdido viajeros.


La línea tiene ahora el doble de limitaciones de velocidad que hace tres años. En 2013 había nueve –seis entre Teruel y Sagunto y tres de Teruel a Zaragoza–. En 2016, no solo no han sido suprimidas aquellas mediante la reparación de la vía, sino que se han sumado otras nueve –cuatro de Teruel a Sagunto y cinco de Teruel a Zaragoza–. Ir de Zaragoza a Valencia se ha convertido en un periplo de 5 horas para hacer 367 kilómetros.


"Estamos peor. Las condiciones de la línea ya dan muy poco de sí para que puedan pasar los trenes, sobre todo entre Teruel y Sagunto. Este tramo se hunde", advirtió esta semana Francisco Gómez, delegado sindical de los trabajadores de Renfe.


Desde que finalizaron en 2008 las obras de adaptación del tramo Zaragoza-Teruel a la alta velocidad –una irónica calificación, porque no fue electrificado, se dejó en vía única y quedaron zonas sin retocar que obligan a los convoyes a ir a 60 por hora–, la línea no ha recibido más inversiones para su modernización. Solo se han reparado las trincheras que se derrumban, como se hizo recientemente en Caparrates y Barracas. Está prevista la instalación del ‘tren-tierra’, un sistema de comunicación directa entre maquinista y base de operaciones que, con un coste de 5 millones de euros, permitirá que la línea esté operativa las 24 horas del día –ahora no circulan trenes por la noche–. Pero han sido necesarios 4 años para que el proyecto adquiera visos de realidad.


"Estamos abandonados"

"Esto es un abandono de las instalaciones. No tiene otro calificativo", denuncia Gómez. "Solo se interviene cuando hay un descarrilamiento o se viene abajo un talud, pero el mantenimiento es nulo y las inversiones, inexistentes –añade–. Están dejando que se muera esta vía".


Para Ramiro Gracia, delegado de Personal de Adif por CC. OO., la falta de inversiones estatales en la línea de Teruel se debe "al predominio en el conjunto del Estado de los intereses de otros territorios con más peso que Aragón, como Cataluña, Valencia o Madrid". "Los dineros se están yendo a las obras del Ave del Corredor Mediterráneo", apostilla Gómez.


Los empleados de Renfe y Adif en Teruel, preocupados por el futuro del tren, alertan de que, pese a que la línea más recta entre el Cantábrico y el Mediterráneo pasa por Teruel –bien lo sabe General Motors, que manda sus convoyes de coches por ella–, los nuevos recorridos de Ave están trazando trayectos alternativos que unen ambos mares al margen de la provincia turolense. Y la línea convencional de Teruel no podrá competir con ellos, pues a pesar de tener más kilómetros, son más cortos en tiempo debido a la mayor velocidad de los trenes.


Otros datos apuntan a la escasa defensa que tiene la línea de Teruel allí donde se reparte el dinero público. En los últimos 3 años, debido el recorte de servicios que aplicó Fomento, la estación turolense ha perdido seis relaciones semanales con Valencia. Precisamente, el número de convoyes mensuales es uno de los índices que usa el Gobierno para evaluar el mantenimiento de una línea.


También se ha reducido personal, pues de los 120 empleados de hace 5 años quedan solo 64. Por si fuera poco, Teruel perderá paulatinamente las 26 plazas de conductor de tren que tiene ahora al haber sido excluido de la lista de residencias prioritarias de maquinistas. El resultado de todo ello es un descenso del número de viajeros –un 20% en los últimos 3 años–, otro de los indicadores de la vitalidad de una línea.

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