La hermandad

Un amigo le propuso pertenecer a la Congregación de Nuestra Señora de Gracia de Seglares Siervos de los Pobres Enfermos del Santo Hospital Real y General de Zaragoza. Corría el año 1780. Le dijo que su misión consistía en asistir a los enfermos pobres en todas sus necesidades. Jorge aceptó, más por curiosidad que por afición a la práctica de la caridad con el prójimo. Se consideraba tan pobre como el que más y no tenía oficio ni beneficio.


El día que entró en el Hospital se le cayó el alma al suelo. Sus habitantes eran niños abandonados, pobres desarrapados, dementes, tiñosos. Durante toda la jornada con apenas descansos les ayudó a asearse, les dio de comer, los condujo a las consultas, los acompañó en sus rezos. También tuvo que controlar a los dementes que vagaban por los pasillos, perdidos en el laberinto del Hospital. Pero la primera faena del día consistió en repartir habitación por habitación, junto con otros voluntarios, una sopa de aceite que la hermandad regalaba a los pacientes. Acabada la jornada, salió de allí con la decisión de no regresar.


Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión