Tercer Milenio

En colaboración con ITA

​Ramón y Cajal, un "hijo de la montaña"

Un libro de Eduardo Garrido explora sobre la relación del Nobel con la Naturaleza, que "era su eje vital, el motor de su existencia".

Dibujo de Ramón y Cajal.
Dibujo de Ramón y Cajal.
CSIC

El Nobel Santiago Ramón y Cajal, un mal estudiante que prefería escapar a la montaña y observar la Naturaleza, varió a través de su microscopio el tamaño de los paisajes pero no la dimensión de las aventuras: en las neuronas imaginaba selvas, campos ajardinados, pétalos de flores y lianas.


"Cajal era un explorador que viajaba con el microscopio", afirma  en una entrevista con efe el médico y miembro de la Real Academia de Medicina de Cataluña, Eduardo Garrido, que acaba de publicar "Cajal y la Naturaleza. Vivencias y pensamientos" (Editorial Desnivel).


El talento artístico forjado en la Naturaleza que acompañó desde niño al Premio Nobel de Medicina y Fisiología (1906) se refleja en muchos de sus más de 12.000 dibujos histológicos: secciones cerebrales donde la textura nerviosa asemeja a una pradera con sus espigas mecidas por el viento; formas neurológicas que parecen arbustos, estructuras celulares que son bosques...


"La Naturaleza fue su auténtica universidad, su universo desde que era un niño hasta el último día de su vida", explica Garrido, que define su libro como un monográfico/ensayo que pretende divulgar esta faceta más desconocida del científico, "hijo de la montaña".


A modo de antología, en la obra reúne todas sus vivencias y pensamientos al respecto, desde la infancia en las montañas hasta su muerte en Madrid, hace ahora ocho décadas.


Nacido en Petilla de Aragón en las faldas de los Pirineos, el joven Cajal acampaba al aire libre, se escapaba para observar aves, subía colinas, recorría ríos, dibujaba, fantaseaba. "Todo eso se le quedó sellado en sus propias neuronas, aunque él entonces no lo supiera".


Garrido sostiene que probablemente el padre de la neurociencia moderna no se habría dedicado con tanto tesón y durante tantos años a la disciplina científica de no haber contraído paludismo durante la guerra de Cuba.


"Se consideraba un Robinson, un aventurero, un explorador, era muy fuerte muscularmente y se entrenó físicamente desde bien joven" en durísimos ejercicios gimnásticos, pero todo eso acabó tras su paso como capitán médico en la isla caribeña, de la que su salud quedó quebrada para siempre.


Precisamente, "Cajal y la Naturaleza" incluye fotografías suyas ejercitándose en la lucha libre, practicando el tiro con arco o autorretratos tras cuatro meses de su "manía gimnástica" -como él mismo afirma en sus escritos-.


Junto a éstas aparecen nuevas fotografías inéditas de Cajal sobre la Naturaleza.

"Yo creo -añade Garrido- que Cajal varió con el microscopio el tamaño de los paisajes por donde se aventuraba, pero no la dimensión de las aventuras. Veía selvas, raíces, flores, campos ajardinados, lianas, plantas".


Una y otra vez volvía a la Naturaleza, ya fuera en sus paseos por los alrededores de Valencia, Barcelona o Madrid, o en sus excursiones a la sierra de Guadarrama, a los Alpes, a los Picos de Europa y al Pirineo y "cuando ya había muerto su mujer y dos de sus hijos, en la época más melancólica de su vida, él soñaba con esa etapa tan añorada suya de la juventud, de la infancia..., es decir, retornaba constantemente al entorno natural".


Entre sus erudiciones sobre investigación "no olvidó tampoco regalarnos numerosas alegorías acerca de la Naturaleza, la montaña y el arte", explica el autor de "Cajal y la Naturaleza".


"¡Como el entomólogo a caza de mariposas de vistosos matices, mi atención perseguía, en el vergel de la sustancia gris, células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto la vida mental!", escribe Cajal en una de sus numerosas descripciones.


En otra afirma: "desgarrad el pétalo de una flor, sin consideración a su hermosura ni a su aroma (...). Asomaos después a las ventanas del ocular, os revelarán por todas partes una construcción idéntica: especie de colmena formada por celdillas y más celdillas (...) albergando en sus cavidades, no la miel de la abeja, sino la miel de la vida".


Garrido, quien ha realizado pioneros estudios en el campo de la fisiología ambiental, con ensayos científicos en himalayistas y sherpas de élite, ha escrito este libro porque percibía un vacío en lo publicado hasta hoy sobre el Nobel y, sin embargo, "la Naturaleza era su eje vital, el motor de su existencia".  

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