Proteger a las víctimas

“Es enorme lo que se ha trabajado y lo que queda por trabajar. Empecemos por lo más sencillo, apoyarnos en lo que ya funciona”.

Hay que conseguir que las mujeres que sufren agresiones machistas

confíen en la protección que les ofrece la ley. Los juzgados de violencia de género funcionan, pero tanto la Policía como la Justicia necesitan más medios.


El macabro carrusel de la muerte por violencia machista se detuvo el miércoles en una zaragozana a la que su marido acuchilló. Es innegable que en los últimos diez años hemos avanzado mucho en aspectos que son fundamentales para acabar con esta lacra. Tenemos mayor conciencia de la tragedia, hemos legislado y se ha dotado de medios –aún insuficientes– a la Policía y a los jueces. Sin embargo, es también innegable que algo que ni los expertos saben explicar está fallando en España. Educamos en la igualdad y en la tolerancia, se supone. Sin embargo, los indicadores acerca de actitudes machistas entre los más jóvenes empeoran año tras año. Reconozcámoslo, estamos algo incrédulos y confundidos.


Nada define mejor la estulticia del ser humano que la violencia. Estamos tan perdidos acerca de las causas, que tratamos de extraer conclusiones de la estadística como si solo con la fotografía de un cadáver pudiésemos concluir las motivaciones de su asesino. Lo que nos dice la estadística, por ejemplo, es que solo en Aragón, y solo durante el primer trimestre de este año, se han adoptado 189 medidas de protección a favor de las víctimas. Sin embargo, por razones complejas y diversas, de índole psicológica, económica, social y cultural, y también por cierta falta de confianza en la capacidad de la Policía y del sistema judicial, no todas las víctimas se atreven aún a denunciar. Eso es lo primero que tenemos que trasmitir a las víctimas: ¡confíen en la Policía y en la Justicia!


El problema de la violencia en nuestras sociedades avanzadas, que no solamente aumenta contra las mujeres sino también contra menores y ancianos, tiene envergadura y complejidad suficientes como para no poder ser solucionado a corto plazo. Nadie tiene, desgraciadamente, la varita mágica. Pero, mientras a medio y largo plazo, y sobre todo con escuela y más escuela, sin cansarnos, luchamos para erradicar el problema, es necesario y posible a corto plazo que las víctimas tengan más confianza en la Policía y en los jueces. Por eso es imprescindible un gran pacto político y social que refuerce y dote de más medios a la acción de la Justicia y que tenga muy en cuenta que se necesita apoyo y seguimiento social antes y después de acudir a un juzgado, con medidas también económicas en muchos de los casos.


Las víctimas no están solas. Es precisamente en el ámbito judicial donde probablemente más se haya avanzado. A lo largo de los diez años que llevan funcionando los juzgados de violencia de género se han conseguido efectos tan positivos como que percibamos ya el problema como una cuestión de Estado. España es un referente en la lucha contra la violencia de género, como así lo han reconocido, por ejemplo, el Parlamento Europeo y Naciones Unidas. Mujeres y hombres jueces, fiscales, letrados de la administración de Justicia, médicos forenses, abogados, procuradores, funcionarios de Justicia, asistentes sociales, psicólogos y miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad trabajan cada día las veinticuatro horas. Insisto, es fundamental que las víctimas sepan que tienen apoyo, que se trabaja por ellas, que no están solas.


En estos diez años, según datos del Consejo General del Poder Judicial, los juzgados han instruido más de un millón cuatrocientos mil delitos y han dictado cerca de doscientas mil sentencias, con un porcentaje de condenas que se aproxima al 80 por ciento. Se han tramitado miles de órdenes y medidas de protección, controladas por las Fuerzas de Seguridad del Estado. Falta mucho para encontrar las soluciones que derroten a este terrorismo casero. Falta un poco en materia asistencial y sanitaria con el fin de conseguir la recuperación integral física y psíquica de las víctimas. Es enorme lo que se ha trabajado y lo que queda por trabajar. Empecemos por lo más sencillo, apoyarnos en lo que ya funciona y concienciar aún más a las mujeres de que pueden confiar en la Policía y en la Justicia. Reforcemos su confianza con más medios humanos y materiales.

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