Los matrimonios aragoneses de largo recorrido son los que más se divorcian

Fuente: Instituto Aragonés de Estadística
Fuente: Instituto Aragonés de Estadística

El tópico, el pensamiento rápido y facilón, dicta que los matrimonios entre treintañeros están más cerca del fracaso que las uniones amorosas fraguadas hace décadas. Pero la realidad lo niega, y lo hace con datos sobre la mesa: casi tres de cada diez divorcios (el 29,9%, para ser precisos) que se rubricaron a lo largo de 2014 en Aragón se dieron en parejas que llevaban veinte años o más compartiendo rutina.


Es, con diferencia, la franja de edad estudiadas por el Instituto Aragonés de Estadística que más disoluciones matrimoniales concentró, hasta 546 de los 1.829 registradas en la Comunidad.


Los niditos de amor aragoneses resisten con relativa solvencia los dos primeros años de convivencia: apenas el 1% de los recién casados no alcanzaron los doce meses de vida en pareja y el 3,6% decidieron separar sus caminos entre el primer y el segundo año de vida conyugal.


Luego vienen las manías y las rarezas insoportables. El 12,7% de los litigios caseros se zanjan con divorcio cuando la relación suma entre dos y cinco años, un porcentaje que asciende hasta el 21,3% cuando el 'sí quiero' se dio entre uno y dos lustros atrás.


El cambio de mentalidad en la sociedad española, que ya no ve con tan malos ojos una ruptura, justifica en parte esta tendencia. También el hecho de que la mujer haya multiplicado su presencia en el mercado laboral y tenga las mismas posibilidades que el hombre de ser económicamente independiente.


Compensación económica


Pero también influyen los cambios legislativos. "Lo que más nos llama la atención son las rupturas en matrimonios de edad avanzada en los que la mujer se ha dedicado a la familia mientras ha sido el hombre el que ha tenido un trabajo fuera de casa. En estas situaciones es muy fácil que a la mujer se le conceda una pensión compensatoria", apunta Noemí González Frías, abogada zaragozana experta en derecho de Familia.


Estas pensiones, de carácter vitalicio, pueden llegar a alcanzar la mitad de los ingresos del cónyuge que trabaja o lo ha hecho y cobra la jubilación que le corresponde. "Antes, la mujer no tenía una fuente de ingresos, se encontraba atada y el divorcio podía suponer un desequilibrio económico. Una situación que se repara de esta manera, si bien es cierto que se deben cumplir unas circunstancias específicas", precisa la jurista.


Cabe matizar que, aunque la mayoría de las pensiones compensatorias que el juez impuso en la Comunidad tuvieron que sufragarlas los esposos, lo cierto es que también hay mujeres (doce en 2014) que tuvieron que partir su sueldo con su marido.

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