Mateo Valero: "Un país que no dedique dinero a la ciencia no avanzará nunca"

El científico que dirige el Barcelona Supercomputing Center tiene 63 años y es de Alfamén. Esta semana ha sido galardonado con el ‘Nobel’ en
supercomputación.

Mateo Valero, el pasado viernes, delante del supercomputador Mare Nostrum.
Mateo Valero, el pasado viernes, delante del supercomputador Mare Nostrum.
barcelona supercomputing center

¿Qué supone ser el primer europeo en recibir el ‘Nobel’ de la supercomputación?

Un premio siempre es un reconocimiento y este lo es por muchas personas que durante muchos años llevamos trabajando intentando generar ideas que innoven.


Y el Seymour Cray reconoce precisamente las contribuciones innovadoras...

Sí, en el diseño de los supercomputadores. Estos no son más que muchísimos procesadores que trabajan conjuntamente, cada uno con su memoria y con una red de interconexión que permite que se intercambie información muy rápidamente. El más rápido que hay está en China y es 50 veces más rápido que el Mare Nostrum. El nuestro ya tiene tres años y hay que cambiarlo.


‘Arquitecturas vectoriales, procesadores super escalares, multihreaded y Very Long Instruction Word’ han servido para concederle este premio, pero para los legos en la materia, esto no aclara mucho las cosas.

He trabajado en optimizar los ladrillos básicos que, luego, juntando muchos de ellos constituyen un supercomputador. Mi contribución ha sido en los diseños de los procesadores y trabajamos en los cuatro tipos de procesadores que hay.


¿Qué aplicaciones tiene el Mare Nostrum?

Un supercomputador es una máquina que hace muchas operaciones por unidad de tiempo y que sirve para cualquier disciplina.


Póngame un ejemplo...

Trabajamos para Repsol. En el Golfo de México hay mucho petróleo y para saber dónde pinchas tienes que mandar señales, recogerlas y procesarlas. A partir de esas, se hace una visión 3D de lo que hay debajo. Hemos aumentado un 25% la probabilidad de que cuando pinche encuentre petróleo y hay que tener en cuenta que cada pinchazo erróneo, y hay muchos, vale más de 100 millones de euros. Por eso, usar la supercomputación para obtener mejor visión 3D del subsuelo es importantísimo.


¿Y en otras áreas?

Otra aplicación es la medicina personalizada. Se puede analizar la información de los genes del ADN para ver qué tipo de genes influyen y cuáles no en una enfermedad. Los médicos aragoneses Elías Campo y Carlos López Otín usan mi equipo para avanzar en sus investigaciones. Lo mismo con cualquier búsqueda de fármacos, estudio de cambio climático... Los supercomputadores sirven para cualquier cosa que se pueda representar por números y para la que se necesita mucha capacidad de cálculo.


¿Cómo ha conseguido convencer a políticos y empresarios de que sigan dando su apoyo a sus sucesivos ordenadores?

A las empresas es fácil porque les ayuda a mejorar su productividad. Desde el año 84, el Gobierno de España, el de Cataluña y la Universidad Politécnica siempre han colaborado. Nunca ha habido el menor sentimiento de que esto fuera una equivocación.


Y este acierto, ¿cómo se concreta en cifras?

De cada euro que nos dan recibimos seis de fuera. Fuimos creados para ser 60 investigadores y somos 450. Los últimos cuatro años de crisis hemos generado 200 puestos de trabajo de calidad. Más de dos terceras partes de nuestra gente lo pagamos con los recursos que tenemos en proyectos europeos y con empresas. El 40% de nuestros investigadores son de 45 países. Hemos atraído talento. Un país necesita crear un ecosistema idóneo para producir ciencia de calidad, que se escriba en las mejores revistas y congresos, pero sobre todo que resuelva problemas de la sociedad. En España hay más centros como el nuestro y es algo esencial. Es uno de esos oasis dentro del desierto España.


¿Cómo ve la ciencia y la investigación en España hoy?

Con mucha preocupación. A nosotros no nos han rebajado porque ven que rentabilizamos, pero a nivel global llevamos unos años muy malos. Ha habido unos recortes en ciencia tremendos que empezaron con el PSOE y luego siguieron con el PP. A nivel político, este país no cree en la ciencia. No es de ahora, nunca ha creído. Se habla mucho, pero se hace menos y debería ser al contrario.


¿Y qué modelo hay que seguir?

El de esos países que hoy son los más ricos simplemente porque hace tiempo que empezaron a dedicar muchos recursos a la investigación. Estados Unidos puso todas las bases hace años y tiene prácticamente el 90% de todas las patentes que dominan internet, que es la riqueza de ahora. Un país que no dedique dinero a la ciencia no avanzará nunca. Hay que ser más competitivo con ideas y no solo bajando el precio a los trabajadores.


¿Un premio de este nivel puede hacer que los políticos recapaciten y cambien el chip en materia de investigación?

Pues no lo sé. Lógicamente he recibido felicitaciones de todas partes. Nosotros tenemos que demostrarles lo importante que es la investigación y ellos, verlo. Un país debe dedicar dinero a educar a los niños para que sean más competitivos y tengan igualdad de oportunidades. Si no se dedica dinero a la investigación y a mejorar esa productividad, pues no vamos a salir. De los premios solo no se come. Hay países que cuando están en crisis aumentan los recursos a la investigación y, en este, desgraciadamente fue de las primeras cosas que cayó.


¿Cuál cree que es el antídoto contra la fuga de cerebros?

La gente se tiene que marchar porque aquí no tiene y eso es lamentable. La fuga puede ser global, pero en centros buenos como el nuestro, la fuga ha sido menor y la atracción mayor.


Usted es de Alfamén y da nombre al colegio de su pueblo, ¿se siente profeta en su tierra?

Sí. Me hicieron hijo predilecto del pueblo y el único colegio que hay y en el que yo ya estudié hasta los nueve años lleva mi nombre. Ese es el reconocimiento más grande que me han hecho. En Alfamén soy feliz con la gente que pasé la infancia. Hace unos días, varios periodistas de la TV3 vinieron conmigo hasta allí para grabar. Querían hacer un reportaje sobre mi vida y les dije que tenía que salir mi pueblo. Además, también tengo el Premio Aragón, soy doctor Honoris Causa en la Universidad de Zaragoza...


Con un currículum como el suyo sorprende que la IEEE Computer Society no haya dejado de destacar que es usted ‘hijo predilecto’ de Alfamén... ¿hace gala de su tierra allá donde va?

Eso da mucha fama. Aunque ahora que Messi ha puesto Mateo a su hijo me quitará protagonismo (risas). Es un honor para mí decir que he nacido en Alfamén. Estoy contentísimo. Allí soy uno más y es el sitio donde cargo mis baterías. ¿Por qué? No lo sé, pero no lo quiero cambiar. Voy mucho a Aragón, a Zaragoza y a mi pueblo. Es donde me siento en mi tierra, que es de la que soy.

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