A Alberto Schommer le consumía que las instituciones negaran a la fotografía el mismo trato que las demás disciplinas artísticas. Dedicó su vida a demostrar que era puro arte y a constatar el poder trasformador de la fotografía. Notario de la transformación cultural y social de la España que se reinventaba tras la dictadura, su vida se apagó ayer en San Sebastián. Con 87 años, se la arrebató el cáncer, un año después de haber marcado el último hito de su carrera: confrontar sus retratos con los de sus admirados Velázquez o Goya en el museo del Prado. La fotografía pierde con él uno de los referentes del último medio siglo. Mostró lo que sus más destacados protagonistas querían ocultar en unas fotos que explican la Transición, por ejemplo, mejor que muchos sesudos editoriales.

Tras un viaje profesional de más de seis décadas, siempre se reivindicó Schommer como "un autor en el sentido total de la palabra". "La fotografía para mí es un acto de amor y lo que yo quiero es hacer arte", repetía el primer fotógrafo español al que se le abrieron en vida las salas del Prado. Fue también el primero con plaza en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que ingresó en 1996. Pero tendría que esperar hasta los 85 años para recibir en 2013 el Premio Nacional de Fotografía. "Es una injusticia que ningún fotógrafo español tenga aún el Príncipe de Asturias", dijo este genio del retrato.

Nacido en Vitoria el 9 de agosto de 1928, de madre española y padre alemán, Alberto Schommer García iba para pintor, pero se profesionalizó en 1959, tras un periodo de formación en Colonia y París. En 1961 expuso en la Sala Huarte de Madrid y un año después en Oviedo. Su primer estudio, dedicado a la publicidad y la moda, abrió en 1966 en la madrileña calle Ferraz.

Participó en 1966 en ‘Spanische Photographiehente’, en 1967 representó a España en la Expo de Montreal, en 1979 fue elegido fotógrafo del año y en 1989 el Metropolitan Museum of Photography adquirió algunos de sus retratos de personajes tan dispares como el cardenal Tarancón, el banquero Mario Conde, el torero Espartaco, el poeta Rafael Alberti, el escrito Francisco Ayala, el escultor Eduardo Chillida o el pintor Antonio López. El rey Juan Carlos y Felipe González posaron para Schommer, que se se negó a retratar en vida a Francisco Franco, pero que firmaría la foto más polémica de su muerte, la mascarilla mortuoria del dictador.

‘Máscaras’ reunió en el Prado la veintena de retratos de escritores, intelectuales y artistas realizados por el fotógrafo vasco en la década de los años 80. Confrontó sus visiones de Rafael Alberti, José Hierro, Camilo José Cela o Vicente Aleixandre con 13 retratos de destacados artistas españoles desde el XVI hasta principios del XX.

Su obra se ha expuesto en grandes museos, ha sido publicada por las más prestigiosas revistas internacionales y queda recogida en más de 70 libros y reconocida con incontables galardones. Enfermo y muy debilitado tras la muerte de su esposa, Mercedes Casla en agosto de 2013, el último y tardío premio fue una inyección de optimismo. "Llega muy tarde y después de muchos premios, pero lo agradezco", aseguraba con su frágil voz y dedicándoselo a su esposa, "el amor de mi vida".

En 2009 el Ministerio de Cultura le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Satisfecho con otro premio tardío clamó por "la injusticia un poco vergonzante" que suponía no otorgar el Príncipe de Asturias a un fotógrafo español. El museo de Bellas Artes de Bilbao acogió en 2010 su última gran retrospectiva y en su último libro las exclusivas protagonistas fueron las flores. Antes publicó títulos como ‘La vida en los museos’ (1998); ‘Autobiografía de un madrileño’ (2000); ‘Egipto: Lo eterno’ (2000); ‘Shanghái’ (2000); ‘Brasil: El hombre que veía demasiado’ (2000); ‘El arte de la mirada’ (2002); ‘Paisajes ordenados’ (2002); ‘La belleza oculta: Libia’ (2004); ‘Un cuerpo vivo: La catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz’ (2007); ‘Primera época’ (2007) y ‘Metro (2010)’.