Antonio Mostalac "El patrimonio histórico requiere sentido común antes que dinero"

El jefe de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento de Zaragoza se jubila tras 34 años de servicio al municipio. Seguirá investigando sobre temas históricos y arqueológicos.

Antonio Mostalac, ayer, a las puertas de la iglesia de la iglesia zaragozana de Santa Engracia.
Antonio Mostalac, ayer, a las puertas de la iglesia de la iglesia zaragozana de Santa Engracia.
oliver duch

Hoy (por ayer) ya no ha ido a trabajar en el Ayuntamiento de Zaragoza. ¿La suya ha sido una jubilación jubilosa?

Ha sido una jubilación no esperada. Me estoy reprogramando para una nueva etapa de mi vida, en la que voy a poder dedicarle más tiempo a mi familia y a mis investigaciones sobre Pompeya, la basílica de Santa Engracia o los sarcófagos paleocristianos.


¿Deja muchos ‘muertos’ en el armario?

Ninguno. Mi servicio siempre se ha caracterizado por ajustarse al presupuesto y en estos momentos nos hemos gastado solo la mitad de lo que se disponía para 2015.


Usted, que es historiador y arqueólogo de vocación, premio extraordinario de licenciatura y doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza, ¿cómo llegó al ayuntamiento de su ciudad natal?

Al acabar la carrera empecé a trabajar en el Museo de Zaragoza. Entre 1975 y 1981 estuve realizando excavaciones con el museo. En el 81 llegó Sainz de Varanda al Ayuntamiento, y la concejalía de Cultura creó un grupo de arqueólogos para trabajar en la ciudad.


Se iniciaba así la década dorada de la arqueología en la ciudad.

Sí. Se estaba gestando un importante cambio urbanístico y había que atender a lo que la DGA, entonces, no podía atender. Se trabajó bien, pero duró poco la alegría. La fiebre constructora cada vez pedía más y no dábamos abasto. Siendo concejal de Urbanismo Luis García Nieto se sacó un decreto por el cual los equipos municipales solo tenían competencia en vías públicas y solares de titularidad municipal. Y comenzó una etapa distinta.


Una etapa que tuvo también grandes logros pero en la que, por ejemplo, se destruyeron los restos del templo romano que se encontró en la plaza del Pilar. ¿Se podría haber salvado?

Sí, claro. Conservarlo y seguir haciendo el parquin era complejo y significaba un importante gasto, pero algo parecido se hizo en Puerta Cinegia con la muralla romana. Y sin mayores problemas.


Junto a Carmen Aguarod pasó a Cultura y realizó el proyecto museístico del foro romano. Luego le ofrecieron ser director general de Patrimonio de la DGA.

Era una enorme responsabilidad, pero acepté el cargo porque el equipo de trabajo era muy profesional.


¿Cómo valora ahora esa etapa, de 1999 a 2003?

En los primeros seis meses se resolvieron problemas como el de Puerta Cinegia, que llevaba 14 o 15 años sin salir adelante. Creo que visité casi todos los municipios de Aragón, se terminaron restauraciones como la del monasterio de Rueda y se iniciaron otras muchas. El mejor recuerdo, en cualquier caso, es del 11 de diciembre de 2001 a las 11.30 de la mañana, cuando en Helsinki se anunció la ampliación de la declaración del mudéjar aragonés como Patrimonio de la Humanidad.


Siendo usted director general se cayó la cúpula de la Mantería...

Fue un error técnico y así se aceptó. Afortunadamente no hubo víctimas mortales. Se puso en marcha un plan para recuperar las pinturas, que luego no ha continuado en el tiempo, como tampoco lo han hecho la escuela de restauración de pintura mural romana que impulsé, única en España. O el centro de gestión del Patrimonio Mundial, que exigía la Unesco.


¿Cómo ve que ahora se hayan fundido las direcciones generales de Cultura y Patrimonio?

Tendrían que seguir separadas. Entiendo que exista la voluntad de reducir cargos públicos, pero el trabajo es excesivo.


Tras su regreso al Ayuntamiento de Zaragoza ha desempeñado varias funciones. ¿Cómo deja el servicio del que ha sido jefe, Patrimonio y Cultura?

Creo que bien. El ayuntamiento tiene 5.000 piezas de patrimonio mueble y todas están en buenas condiciones y, si no es así, se restauran. Más me preocupa el patrimonio inmueble, los monumentos en la vía pública , los grafitis... Mantener limpios los monumentos cuesta más de 60.000 euros al año, porque los grafiteros usan pinturas cada vez más difíciles de eliminar.


¿Cuál es el secreto de una buena gestión en materia de patrimonio histórico?

El sentido común. Todo el dinero es poco y hay que emplearlo con criterios claros y con orden de prelación; saber qué es lo primero y lo último en que actuar, siempre desde el punto de vista patrimonial y no político.

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