Los viernes por la tarde, María C. P., una joven de 42 años, usuaria de Atades con una discapacidad intelectual muy severa, se mostraba menos participativa que de costumbre y, en ocasiones, se enfadaba cuando tenía que irse a su domicilio familiar. Hace unas semanas, María volvió del permiso de fin de semana con un moratón en su ojo derecho y un hematoma en el brazo.

Estas señales pusieron en alerta a los profesionales que se ocupan de su cuidado y que, rápidamente, contactaron con la Unidad de Atención a la Víctimas con Discapacidad Intelectual (Uavdi) puesta en marcha a principios de año por Atades y la Fundación Aragonesa Tutelar Fundat, con el fin de atender y ayudar a las víctimas de abuso y sus familias.

Una de las personas que trabaja en la unidad se encargó de acompañar y orientar a la supuesta víctima de un abuso que en su casa negaron inicialmente, alegando que el golpe era consecuencia de una caída, aunque finalmente se demostró que había habido malos tratos.

María es una de las trece personas que en este corto periodo de tiempo, apenas siete meses, han denunciado en esta unidad abusos físicos, psicológicos y económicos, así como situaciones de desamparo y abandono.

"Si hacemos balance del número de atenciones prestadas el resultado es abrumador. Nos ha sorprendido la enorme cantidad de denuncias que hemos recibido, sobre todo si tenemos en cuenta los datos recopilados en la Fundación Carmen Pardo-Valcarce de Madrid. En esta entidad, pionera y especialista en abusos a personas con discapacidad intelectual y a sus familias y que nos tutela en esta tarea, solo atendieron siete casos en su primer año de actuación", señala Victoria Ledesma, coordinadora de la unidad y abogada de Atades.

Aunque no hay un perfil del denunciante, la mayoría de las víctimas, cuyas edades oscilan entre los 19 y los 50 años, son personas con discapacidad intelectual leve y un grado de autonomía aceptable, algo que, aunque parezca contradictorio, hace que sean mucho más vulnerables a estas situaciones de abuso, ya que pueden salir con más frecuencia de los centros donde viven o estudian.

La mayoría de esas agresiones, casi el 80% según la Uavdi, provienen del entorno familiar o de personas de confianza, de ahí que muchas no se denuncien por el miedo que frena a las víctimas.

Desde Atades insisten en que es importante no quedarse solo con la idea de que el acoso y la violencia ocurren en el ámbito familiar, sino que se pueden dar también en el lugar de trabajo o en los centros en los que son atendidos, de ahí la necesidad de prevenir todas estas situaciones de abuso y proteger a la víctima. En este sentido, la unidad puede atender todos los casos que se detectan en Aragón, como así lo demuestra el hecho de que algunas de las denuncias han sido derivadas a la Uavdi por parte de los servicios sociales.

"La información es la clave para evitar este tipo de abusos, por eso resulta tan importante que los propios profesionales dispongamos de una formación adecuada y una hoja de ruta que nos permita saber qué hacer en cada momento y qué resortes hay que ir tocando para que la víctima se sienta acompañada y apoyada a lo largo de todo el proceso, desde el mismo instante en el que decide denunciar esta situación ", indica Pilar Duato, trabajadora social del centro Sonsoles de Atades.

En el caso de María, una atención rápida y un acompañamiento permanente han permitido que su caso cuente con todas las garantías procesales, a pesar de su incapacidad para contar lo ocurrido, y ahora afronta los fines de semana con una sonrisa permanente.