Un aragonés en el Olimpo de la magia

?Se cumplen ahora 30 años desde que el zaragozano Javier Antón ganó el Grand Prix en el Campeonato Mundial de Magia. Hasta la semana pasada fue el único español con el título.

Javier Antón y su hija Ana, en el escenario particular en el que el mago aragonés ensaya sus números. Se acaban de cumplir 30 años de su victoria en el Mundial.
Javier Antón y su hija Ana, en el escenario particular en el que el mago aragonés ensaya sus números. Se acaban de cumplir 30 años de su victoria en el Mundial.
aránzazu navarro

Javier Antón Viscasillas tiene que compartir su trono desde hace unos días pero sigue siendo una leyenda viva. Porque desde hace 30 años este zaragozano del 47 era el único español (en puridad, más, el único hispanohablante) que había ganado el Grand Prix del Campeonato del Mundo de Magia: el premio de los premios para un ilusionista, el más codiciado.


Casi 2.000 magos se reunieron el pasado fin de semana en la ciudad italiana de Rímini compitiendo por el mismo título. Se celebraba la 26ª edición del Campeonato del Mundo. La mecánica de la competición, que tiene lugar cada tres años, es sencilla: los aspirantes se distribuyen por categorías (cartomagia, mentalismo, magia cómica...), y en cada una se otorgan tres premios. Luego, entre los primeros de cada categoría se elige al campeón de campeones, el Grand Prix. Antes se otorgaba un galardón (solo hay siete magos vivos con el título en todo el mundo), pero desde hace un tiempo se conceden dos, uno para magia de escena y otro para magia de cerca.


Pues bien, el pasado fin de semana otro español, Héctor Mancha, ganó el Grand Prix, en el apartado de magia de salón. Así que el aragonés Javier Antón tiene que compartir su trono, pero lo suyo sigue siendo de punto y aparte. Porque él no ha dejado nunca de ser un amateur.


Su carrera pública fue fulgurante, de apenas un año, y cuando estaba en lo más alto, cuando le llamaban para actuar ante Rainiero de Mónaco y le ofrecían contratos de tres años para los casinos de Las Vegas, abandonó los escenarios para consagrarse al negocio familiar, una joyería zaragozana.


El famoso Castillo de la Magia de Hollywood tiene una silla con su nombre grabado pero él es muy desconocido en nuestro país. Esquivo con los medios de comunicación, por creer que no le han tratado bien, de cuando en cuando su nombre aparece en los foros especializados en magia. "¿Alguien sabe –preguntan– quiénes son los ‘Javier y Ana’ que ganaron el Grand Prix en el 85? ¡No sabía que lo hubieran ganado españoles!". Pues sí. Lo ganó, junto a su hija, y ya nunca volvió a actuar en España ante el público (sí en televisión). Aún hoy, magos de toda España, incluso del extranjero, acuden a él en busca de asesoría y consejo.


"Uno nace mago, pero también se hace –asegura–. A finales de los años 40 yo no había visto actuar a ningún ilusionista y ya me inventaba trucos. Luego mi tío me enseñó un par de juegos de bar y aquello prendió en mí. Empecé a leer y estudiar, y la magia, como casi todo en la vida, no es otra cosa que estudio y trabajo".

Magia y entretenimiento

Ha dedicado a la magia todo su tiempo libre y asegura que ve un número y sabe casi de inmediato dónde está el truco. "No quiero parecer presuntuoso, pero llevo 60 años en esto, he visto 20 campeonatos mundiales y 20 nacionales, leo todo lo que sale y asisto a todas las actuaciones que puedo. Sí, veo un truco y sé por dónde va; y, si no, encuentro un modo alternativo de hacerlo. Casi todos los juegos ‘nuevos’ están basados en ideas antiguas: pueden hacerte una modificación y despistarte, pero en realidad lo que están haciendo es venderte una mercancía antigua con un envoltorio nuevo".


Cree que no existen trucos buenos o malos. "Eres tú el que haces que sean una cosa o la otra. Mire usted, ahora es muy fácil buscar en internet o comprar un libro y saber cómo se hacen 50 juegos. El problema es que eres tú el que los va a convertir en un pequeño milagro o en un simple entretenimiento. La magia solo es magia si creas el ambiente adecuado y noqueas al espectador".


El número que más le ha sorprendido en su vida se lo vio a David Copperfield. "Subía a una plataforma con una enorme sábana en los brazos y la dejaba caer poco a poco –relata–. Mientras caía, veías como se iba formando un bulto debajo de ella y, cuando el borde tocaba el suelo, le pegaba un tirón y aparecían dos chicas que se habían esfumado minutos antes. Cuando los magos hacemos aparecer algo siempre es una aparición total, súbita, de golpe; lo fantástico de esta es que era gradual. ¡Y lo hizo tan bien! Durante mucho tiempo no quise ni pensar en cómo lo hacía porque sabía que acabaría averiguando el método. Y no quería romper el encanto".


El ilusionista estadounidense es, a su juicio, el mejor de la historia. "Hay quien le critica por hacer solo cosas demasiado espectaculares, pero yo le he visto rutinas de cartas, o de aros chinos, que en apariencia son elementos muy básicos, y las hace mejor que nadie en el mundo. Al final resulta que lo hace todo, y que todo lo hace bien".

Solo sabe hacer seis trucos

¿Cuántos trucos sabe hacer Javier Antón? "Esa pregunta me la hacen a menudo, esperando que, como me he dedicado toda la vida a esto, diga una cifra alta: cientos, miles... Pero la verdad es que solo sé hacer seis; los hago muy bien, eso sí, y quizá sea el que mejor los hace en todo el mundo. Luego hay unos 30 o 40 con los que me manejo con soltura, otros 100 con los que chapuceo y millones que sé cómo funcionan. Pero eres mago con lo que sabes hacer, no con lo que ignoras".


Gran defensor de la magia de salón, cree que los ilusionistas deben ampliar sus miras. "Soy de los que piensan que hay que dominarlo todo. A muchos profesionales de hoy en día les preguntas si saben hacer magia con algo más que con monedas y cartas y te preguntan si es que hay otra magia que esa. Pues sí, claro que la hay. Yo puedo estar tres días seguidos haciendo trucos de cartas, pero eso no me vale. Creo que tenemos que ser un poco como los médicos, que estudian durante unos años asignaturas comunes, y cuando tienen el título se especializan. Pues lo mismo tendría que ser con un mago: hay que dominar todas las materias, todas las especialidades, aunque luego desarrolles más unas que otras. Ahora cualquiera que aprende 10 trucos en internet se llama a sí mismo mago, y no. Hay que dominar el oficio completo para poder llamarte así".


Cumplidos ya los 68, Antón cree que no se pierden facultades con la edad, sino "con la falta de práctica".


"Se puede hacer magia durante toda la vida pero uno tiene que ser consciente de su edad. Hay compañeros que estiran demasiado su carrera y hoy no se puede hacer todo tipo de magia a según qué edad. La de escena es muy exigente. En la magia de mesa la mirada del espectador es convergente, se focaliza en un punto y todo lo que ocurre alrededor no lo ve; lo medio ve. Sin embargo, en la de escena la mirada del espectador es divergente, ve con claridad lo que ocurre en un amplio espacio. Los magos tenemos una perspectiva distinta del mundo y de la vida. En realidad, somos actores que interpretan el papel de alguien que tiene poderes extraordinarios".

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