El inglés que atesoraba palabras en Gistaín

Brian Mott, profesor de la Universidad de Barcelona, acaba de publicar un
‘Diccionario etimológico chistabino-castellano/castellano-chistabino’ con más de 5.400 entradas.

Brian Mott, entrevistando a Antonia Mur Bielsa, de casa Zueras, Gistaín, el 7 de octubre de 1991.
Brian Mott, entrevistando a Antonia Mur Bielsa, de casa Zueras, Gistaín, el 7 de octubre de 1991.
Brian Mott, entrevistando a Antonia Mur Bielsa, de casa Zueras, Gistaín, el 7 de octubre de 1991.

La obra, quizá, de referencia sobre el chistabino, el dialecto aragonés que se habla en Gistaín, en el valle oscense de Chistau, la acaba de publicar... una editorial alemana. Por sorprendente que parezca, Logos Verlag Berlin acaba de sacar de las prensas el ‘Nuevo diccionario chistabino/castellano’ de Brian Mott, una edición que corrige y amplía sustancialmente la que publicó en el año 2000 y en la que estuvo trabajando durante décadas. El libro, pues, resume casi medio siglo de investigación. Ninguna editorial aragonesa ha costeado la edición de este especialista que, pese a ser de origen inglés, es bien conocido entre los estudiosos de los dialectos aragoneses. Durante tres años, entre 1969 y 1972, fue profesor de la Universidad de Zaragoza.


"Estudié Hispánicas en Aberdeen y, aprovechando un programa de dialectología, me enviaron en 1968 a mí y a otros compañeros a distintos puntos de España para investigar –recuerda–. Yo elegí Aragón. Recorrí Tardienta, Ansó, Hecho, los valles centrales... Descubrí que no se había estudiado a fondo el dialecto que se hablaba en el valle de Gistaín, decidí dedicarme a ello y empecé a recoger materiales. Lo hice sin saber que aquel trabajo acabaría siendo luego mi tesis doctoral".


Mott terminó sus estudios, aprovechó un anuncio que buscaba profesores de inglés en Zaragoza y se vino a la capital aragonesa. Corría el otoño de 1969 y se zambulló con pasión en su trabajo. "El chistabino es la forma más arcaica de aragonés, y la que más se habla, al margen del benasqués –señala–. Es claramente aragonés, aunque comparta algunos vocablos con el catalán o el gascón. Hay un vocabulario compartido".

La primera edición

Cuando Europa todavía vivía los ecos del 68 francés, en la España aislada y pendiente de modernizar Brian Mott descubrió un pequeño tesoro lexicográfico. Muy pronto empezó a ser conocido en Gistaín y en todo el valle de Chistau. Era el inglés que buscaba atesorar palabras, que se ganaba la confianza de las personas mayores y no miraba al reloj cuando conversaba con ellas. Que intentaba ‘extraerles’ las palabras.


"A finales de los sesenta, en pleno franquismo, me sentía un poco raro trabajando por allí–reconoce–. Porque mucha gente intentaba esconder lo que hablaba en su casa. Muchos no entendían que de repente apareciera un inglés y empezara a preguntarles por palabras. Afortunadamente, ha cambiado mucho la actitud". Mott presentó su tesis doctoral en 1978, cuando ya llevaba varios años dando clases en la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona. Luego, en el año 2000, recogió todos sus conocimientos en el ‘Diccionario’, que publicó la Institución Fernando el Católico. De entonces a hoy no ha cesado de investigar y recopilar datos, hasta el punto de que vio la necesidad de ampliar y mejorar la primera edición de la obra. Y así ha llegado esta segunda, que recoge datos tomados entre 1968 y 2014, 46 años de trabajo.


La nueva obra incluye muchos más vocablos que la anterior (5.400 frente a los 4.000 primigenios), mejora las definiciones de las voces recogidas, amplía la información gramatical, ofrece mayor número de ejemplos de uso, pone al día la información etimológica de cada forma recogida, añade nuevas ilustraciones y actualiza la bibliografía utilizada.


El trabajo se completa con varios apéndices de gran utilidad y numerosas ilustraciones que definen algunos vocablos con mayor exactitud que las palabras.

"Hay también un cambio sustancial –añade Mott–. Yes que uso la ortografía propuesta por el Estudio de Filología Aragonesa en 2010, cuyos principales contribuyentes fueron Francho Rodés y Juan José Segura. Se trata de una ortografía que se aparta solo mínimamente de la castellana y que está basada en la etimología, por lo que así facilita la comparación de formas emparentadas en otras variedades románicas y la consulta de diccionarios y otros repertorios".

Una muerte anunciada

¿Es este libro el punto final al trabajo de Mott? "Creo que no –señala el profesor–. En realidad, me he dado cuenta de que con mi primer diccionario solo había llegado a rascar un poco en la superficie de este amplio legado cultural. Cuando preparaba mi tesis doctoral pensaba que llegaría un punto en el que no podría avanzar más, y aún ahora me encuentro con que todavía afloran cosas. Solo salen a la luz ya cuando escuchas a los naturales del valle hablar entre ellos. Por eso es tan importante seguir viajando a Gistaín y continuar trabajando. Una lengua no se acaba de aprender nunca".


Cree que el dialecto, pese a los valiosos esfuerzos realizados en los últimos años, se está muriendo. "Se sigue hablando chistabino, pero a medida que van pasando los años hay personas que mueren y, cuando lo hacen, un léxico completo se va con ellas a la tumba. A la larga tendremos que admitir que el dialecto, también, se está muriendo. Hubo una pequeña resurrección tras el franquismo, porque mucha gente joven se interesó por la lengua que hablaban sus padres y abuelos, y por eso se ha mantenido viva. Pero ese afán es en sí mismo un síntoma de su delicada salud. Se ha hecho mucho, pero quizá la Universidad debería promover más estudios, porque queda léxico por recoger".

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