"La receta de la tolerancia es meterse en los zapatos del otro"

None

Puértolas, en el Gran Hotel, como si fuera la Torre Eiffel.
Puértolas, en el Gran Hotel, como si fuera la Torre Eiffel.
asier alcorta

Los títulos de sus libros son kilométricos. ¿Cómo llamará a su autobiografía? ¿El escritor que pidió pasaportes tras haber enseñado el suyo millones de veces?

Un poquito sí. Quizá la llamaría ‘El niño que quería hacer todo’.


Pero ¡eso es muy corto!

Pues, entonces, ‘El niño que soñaba con serlo todo... y que lo fue’.


Escribe cuentos contemporáneos. ¿Cómo son las fábulas de hoy?

No era mi intención, pero calificaron mi primer libro de fábula moderna y me di cuenta de que sí escribo cuentos, pero para adultos. Y los cuentos son como nuestra vida, pero vista un poco más fantasiosa, divertida y coloreada. La actualidad es muy gris y se necesita oxígeno y un poco de cielo azul.


¿Todo cuento debe encerrar moraleja y denuncia social?

No moraleja, que suena a sermón, pero sí mensajes. Y experiencias de vida. Yo he cumplido mis sueños. Y si puedo aportar eso a la gente, hacer que hagan posible lo que creen imposible porque lo desean de todo corazón, yo feliz.


Convierte a Obama, Rajoy o Julio Iglesias en personajes. ¿Lo son también en la vida real?

¡Mucho más! Mi ficción no les supera. A Julio Iglesias lo meto porque es divertido. También meto personajes históricos como Sócrates o Platón. La mezcla de Sócrates e Iglesias me gusta.


¿Cómo se puede escribir una novela en pósits?

Cogiendo uno, despegándolo y escribiendo. Es muy fácil.


¿Así es más fácil pegar todas las tramas?

El 90% de un libro lo escribo con el móvil. El resto son pósit, envoltorios de chicle, menús de restaurante, cualquier cosa blanca...


Y ¿no tiene tendinitis?

No. ¡Mire a los jóvenes, chateando todo el día, y no les pasa nada!


¿Ha pasado de inspector de inmigración a denunciar la situación?

Yo era inspector de Policía cuando escribí ‘El faquir...’, pero no hice tanto denunciar como observar. Y darme cuenta de que no hay diferencia ente nosotros, solo que yo tenía la etiqueta de policía y ellos, de inmigrantes ilegales. Siempre hay que meterse en los zapatos del que tenemos delante, esa es la receta de la tolerancia. La gente olvida que nos puede pasar a todos.


Desde que es un autor superventas, ¿ve ‘la vie en Rose’ o está ‘désenchantée’?

Siempre he vivido la vida en rosa, hoy que hago algo maravilloso y cuando ganaba 600 euros todo el día corriendo por el aeropuerto del Prat, en unas condiciones que rozaban la explotación, o lo que se entiende en Europa por ello.


De su primera novela se rueda un filme y tuvo fenómeno fan, la ‘faquirmanía’. ¿Qué tiene la segunda para desatar la ‘niñamanía’?

¡O la ‘nubemanía’! Aquí hay un gran mensaje de superación personal. Creo que la gente se bloquea, se limita, no se atreve a adentrarse en lo desconocido, cuando podría ser libre. En el libro hay una madre que parece que no conseguirá lograr una promesa, pero... todo es posible en la vida.


Usted fue DJ, ¿qué banda sonora le pega a su libro?

Música oriental, española y francesa, pero de la de antes, de Edith Piaf... La vida es música. Y los lectores pueden ponerle la música que quieran, solo hace falta que no haya ruidos en la casa y escaparse.


Sus orígenes aragoneses, ¿también se notan en su escritura o en su carácter?

¿Cómo son lo aragoneses?


Nobles. Y cabezudos...

Entonces, sí. Porque cuando quiero algo hago todo para llevármelo. Puedo decir que lo he heredado de mi abuelo de Huesca.


Hoy ¿solo podemos atajar los problemas con fantasía?

Hombre, solucionar, sí y no. La fantasía es para hacer la vida más agradable, pero no soluciona el problema en sí. Pero sí soluciona tu visión del problema y, como tal, es parte del remedio. La fantasía soluciona muchísimo, pero hacen falta también hechos reales.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión