“Todos los meses tengo que pedir anticipos a mi empresa para poder llegar a final de mes”

Johanna, de 35 años, cobra 700 euros al mes y con ese dinero tienen que vivir ella y su hija de 6 años.

Esta joven de 35 años apenas llega a final de mes. Con 700 euros en su bolsillo después de realizar un trabajo a jornada completa durante un mes entero debe hacer frente a todos los gastos. “Pago unos 300 euros de alquiler, más la luz, el agua, el gas y por supuesto, la comida”, señala Johanna. Además, tiene que mantener ella sola a su hija de 6 años, puesto que su padre no le pasa ningún tipo de pensión.


Ambas viven en un piso del barrio de la Almozara y cada mes luchan por no dejar nada sin pagar. “Siempre tengo que ir pidiendo anticipos a mi empresa para poder hacer frente a todos los gastos”, lamenta Johanna. Sin embargo, debido a la mala situación económica y otros casos que conoce, casi se siente afortunada. “Aunque tenga que depender de pedir alguna ayuda social, por suerte, tengo un trabajo que me permite no tener que ir buscando por la basura”, asegura.


Anteriormente trabajaba como interna en casa de unos ancianos, donde estuvo durante 4 años. “Poco después encontré este trabajo”, señala con una pizca de alegría. Y es que se quedó sin empleo en medio de la crisis económica, en el año 2009. Por ello, a pesar de tener que hacer encaje de bolillos, valora el haber encontrado un empleo que le permita tener un techo bajo el que vivir.


“La mayoría de los viajes al trabajo los realizo andando porque no tengo dinero para recargarme la tarjeta del autobús”, sostiene. Todo, en un intento de ahorrar. Por ello, aunque su hermana no puede ayudarle en grandes cosas, le presta los libros del colegio, cuida y da de comer a su sobrina cuando Johanna trabaja, e incluso, alguna vez le recarga la tarjeta del autobús para que pueda ir a la residencia privada en la que trabaja. 


"Para pasar un mes normal, me llega justo, pero si me surge cualquier imprevisto como un recibo de la luz más alto, ya no puedo hacerle frente", lamenta. En esa situación acude a los servicios sociales para buscar algún tipo de ayuda. 


Por su parte, Esther solo tiene dos contratos parciales con los que ingresa 250 euros al mes. Que ella y sus dos hijos pudieran comer cada día sería casi imposible si no fuera por las horas "extra" que realiza limpiando algunas casas. Aún así, sus ingresos a duras penas superan los 500 euros. 


"Con ese dinero pago la luz, el agua, la comida y la ropa", puntualiza. En este caso, el padre de sus hijos sí que le pasa la pensión correspondiente "y con ella pagamos la hipoteca de la casa". De este modo, si no hay ningún imprevisto, se puede "olvidar" de la vivienda. 


"Nosotros vivimos al día, hace más de 7 de años que no sé lo que son unas vacaciones y no vamos ni al cine ni a cenar por ahí. Nuestro mayor entretenimiento es pasear tranquilamente por Zaragoza", recalca. Debido a su edad, va a cumplir 46 años, y al estar asegurada como empleada del hogar, no tiene derecho a ninguna prestación. 


Para hacer frente a gastos imprevistos, como los libros escolares o la calefacción tiene que hacer verdaderos malabares. "Buscamos cosas de segunda mano para intentar ahorrar, compramos la comida más barata y en invierno mi madre me tiene que pagar la calefacción", explica. 


En esta situación se encuentra desde hace varios. "Antes trabajaba en una empresas de limpieza que se dedicaba a arreglar los pisos de obra, pero al paralizare la construcción, se terminó", sostiene. En estos momentos está buscando trabajo, siempre lo ha hecho, pero de momento, esta es su mejor opción.