Entre ateridos fantasmas

Christina Rosenvinge publica ‘Lo nuestro’, un álbum de confrontación con el pop suave de antes y quizá consigo misma.

¿Y no será, pese a que ella confiese que recuerda la juventud como un periodo tormentoso al que no está muy segura de querer volver, que la entrada en los 50 le ha sofocado las neuronas? Christina Rosenvinge, aquella niñita cursilona del ¡chas y aparezco a tu lado!, la dulce voz ventrílocua de Manrique en aquel programa de la segunda cadena, aquella joven rubia que bajó a los subterráneos para templar su actitud rock-popera, aquella inquieta hada que tiró la varita en Nueva York para finalmente, después de dos hijos y un divorcio, mostrarse más dulce que nunca, aquella Rosenvinge de hoy ha publicado un nuevo disco que ella explica en diversas publicaciones.


No hace falta leer mucho para darse cuenta de que vive no solo en la contradicción –en un medio desdeña la ironía pero en otro afirma que es la única manera de sobrevivir– sino en una confrontación consigo misma y con el mundo, entre ateridos fantasmas, como dice la cita de Cernuda que aparece en el encarte. Se proclama feminista hasta el tuétano, reivindica el papel de guerrillera del rock no de princesa, le fastidia que la llamen musa, asume la maternidad casi como una rutina de la vida, se queja del escaso rol de las mujeres en el negocio musical… "Te quiero ver sucia y feroz, además de mujer eres hombre", canta en ‘La tejedora¡.


Rompe estereotipos de su vida misma, parece rabiosa, su cerebro se agita como un enjambre de avispas aguijoneando situaciones pasadas y presentes, consciente, como comentaba con Kim Gordon, de que ha entrado en el mejor periodo creativo y personal de una mujer. Está empezando a digerirlo.


Físicamente sigue mostrando su belleza rubia de siempre pero mentalmente es, o eso parece, otra Christina. Lo que explica la ruptura de este disco con los dos anteriores, ‘El labio superior’ y ‘La joven Dolores’. El nuevo paisaje no es duro ni agreste, pero sí, mucho menos confortable, disruptivo, lo que le lleva al grito y a una dicción, a veces, ininteligible, pero sobre todo a unos arreglos retorcidos. No es su mejor trabajo, quizá la puerta a otra nueva vida artística.