Plumas en Aragón

El duende me lo dijo, me dijo que era malo. Mi hermano decía mentiras, creaba rumores. Por ello la gente se peleaba, gritaba, daba portazos. Y entonces apareció él. Castigó a mamá y papá, tenéis un hijo malo, les dijo. Los rumores de mi hermano eran como plumas de un almohadón, cuando este se rompía volaban por todas direcciones y era imposible desmentirlos. El duende clavó un cuchillo en el almohadón y las plumas se extendieron por Aragón. Si mi hermano conseguía traer todas las plumas, mis padres quedarían liberados del castigo.


Caminó y caminó y llegó al Monasterio de San Pedro el Viejo, cruzó jardines y cascadas y compareció ante el Monasterio de Piedra, sació su sed en la fuente del Torico y siguió su camino. Deambuló así durante días, meses. Al cabo de dos años regresó. Faltaba una, dijo llorando. Mi padre murió, al igual que mi madre y mi hermano, de pena.


El duende tenía razón, era malo, pensé, mientras sentía la suavidad de una pluma.


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