El tío Silvestre
Recuerdo con nostalgia aquellos maravillosos años con mis amigos, en mi pueblo, a orillas del río Ribota, en los que en las tardes de primavera, nos juntábamos para ir al Prado.
Aquella tarde de Mayo, nos sentamos a la sobra del inmenso sauce, alrededor del Tío Silvestre, con la curiosidad de saber que historia nos iba a contar esa tarde.
El permanecía en silencio, mientras liaba su eterno cuarterón, y tras dar la primera calada, su áspera voz nos sobresaltó, casi asustó, sacándonos de nuestro ensimismamiento, y mientras contemplaba fijamente el cerro de Armantes dijo:
-Zagales, ¿a que no sabéis, cuantas cestas de tierra se pueden sacar de la Sierra de Armantes?
De pronto algarabía general de lodos los chicos, calculando y opinando sobre una cifra cada cual más grande que el anterior.
El tío Silvestre levanto sus brazos y dijo:
-Una cesta solamente.
Otra vez algarabía general sumada con cierto cachondeo.
El remató la faena: Si la cesta era más grande que el cerro