Mathieu sostiene al Barça

El conjunto de Luis Enrique logra un sufrido triunfo en Balaídos

Jeremy Mathieu remata para lograr el gol de la victoria del FC Barcelona.
Jeremy Mathieu remata para lograr el gol de la victoria del FC Barcelona.
MIGUEL RIOPA/afp

El tiempo calibrará su trascendencia, pero el cabezazo de Mathieu, cuando sólo quedaba un cuarto de hora para el final del choque en Balaídos, se antoja uno de esos goles que pueden valer un campeonato. El Barça estaba apagado, con la vista nublada; Neymar haciendo la guerra por su cuenta; Messi cabizbajo; Luis Suárez peleado con el mundo; Iniesta mirándose al espejo y no reconociéndose –ahora hasta pega balonazos para sacar el balón–... Hacía minutos que a los jugadores azulgrana se les veía desesperados, nerviosos y temiéndose lo peor, cuando apareció el central francés para lanzarse en plancha en el segundo palo, a un golpe franco botado por Xavi, y marcar el tanto que desequilibró el partido y dio los tres puntos a su equipo.


Un gol de oro, porque en un partido gris los azulgrana consiguieron frenar la presión elevada al nueve del Madrid y lograron mantener los cuatro puntos de ventaja sobre los blancos, a falta de nueve jornadas. En los prolégomenos del partido, en los altavoces de Balaídos, sonó ‘Jeremy’ (de Pearl Jam), canción que a la postre acabó siendo premonitoria. Jeremy Mathieu anotó ante el Madrid, también a balón parado, y frente al Celta fue el salvador. La presión del Madrid a dos puntos y con Cristiano Ronaldo en plan cañonero se le venía encima al Barça, que de momento mantiene el pulso. Ante la falta de juego, el cuadro catalán tiró de estrategia y esta vez salió airoso. Pero Luis Enrique deberá tomar nota para los choques de alta enjundia que se le avecinan, porque el juego del equipo gira en torno a Messi y cuando el argentino no está acertado da la impresión de que no haya plan B.


El Barça no estuvo fino en Balaídos. Mas bien estuvo espeso, lento y carente de ideas. Ante la impactante puesta en escena del Madrid, el Barça tenía dos opciones. Caer en la provocación, sentir la presión y saltar a Balaídos a comerse al Celta desde el pitido inicial para dejar claro quién es el líder. O tomárselo con calma, escenificar que ‘aquí no pasa nada’ y que ni los 9 del Madrid ni los 5 de Ronaldo cambian el panorama. Los de Luis Enrique se decataron por esta última. Pero se lo tomaron con tanta tranquilidad, que desperdiciaron casi una hora de partido y en ocasiones, sobre todo en la primera parte, dieron la impresión de no estar jugando una de las 10 finales ligueras que tienen hasta la conclusión del campeonato.


Luis Enrique sentó a Rakitic y optó por un centro del campo formado por Busquets, Iniesta y Rafinha, que no acabó de encontrar ni el ritmo, ni la movilidad, ni el tono del partido. El centro del campo azulgrana se veía incapaz de crear juego y en la primera parte perdió la friolera de 33 balones, sobre todo un desdibujado Rafinha que ralantizaba el juego en exceso.


La primera parte acabó siendo de los celestes, quienes a través de Larrivey y, sobre todo, de Nolito se acercaron más a la puerta de Bravo. El Celta perdonó un par de ocasiones en la primera mitad y el Barça acabó pidiendo la hora. Al juego catalán le faltaba orden y Luis Enrique lo buscó dando entrada a Xavi por Rafinha, quien no acaba de completar buenos partidos. El panorama general cambió en la segunda parte aunque al Barça se le había enredado tanto el partido que ni Xavi podía ponerle remedio. Nolito seguía haciendo de las suyas y los de Luis Enrique, aunque tenían más control del juego, no acababan de hallar la forma de abrir la muy bien cerrada defensa celtiña, con un Fontás casi perfecto. Casi, porque no pudo frenar a Mathieu en el segundo palo para, en el minuto 74, hacer el único gol del partido. La celebración de los blaugranas, muy tensos, dio la justa medida de lo que se estaban jugando. El Celta lo intentó, pero ya era demasiado tarde y las fuerzas estaban muy justas. Messi, en el 90, tuvo el 0-2, aunque se le fue fuera. No tuvo su noche. Tampoco su equipo, que sigue líder y demostró que, al menos, sabe sufrir.