Cuando adorar una imagen era pecado

La escultura se consideró pagana cientos de años y los primeros pasos no se crearon hasta el siglo X. En el gótico destacaron por su extrema crudeza

Escena en las puertas de la Basílica de la Santa Sabina, Roma.
Cuando adorar una imagen era pecado
PCAS

Hubo que esperar hasta finales del siglo X para que las primeras imágenes de Cristo crucificado se colgaran en las iglesias europeas. "Los teólogos discutían mucho, porque lo representado era la mayor vejación que Cristo tuvo que asumir, y durante siglos ha habido un debate al respecto, porque esa imagen es la perpetuación íntima de la vejación, que Jesús asumió por la redención de nuestros pecados. Y algunos se preguntan: “¿Por qué no representarlo resucitado, entrando en Jerusalén o caminando sobre las aguas en lugar de privilegiar lo peor?". El catedrático de Historia del Arte Fernando Galtier Martí explica en su libro ‘Arte y fiesta en la celebración de la Semana Santa’ (Mira Editores, 2015) cómo la Iglesia luchó durante siglos contra la idolatría de las imágenes, "porque los ídolos paganos todavía existían en el año 1000.

Existe una frontera muy fina entre la imagen sagrada y la idolatría, todo depende del valor que demos a ese objeto. Y la Iglesia fue muy remisa a aceptar las imágenes de bulto redondo, de hecho la iglesia Ortodoxa no las aceptó nunca y por ello en sus iglesias solo se ven iconos".


Tal relación había entre paganismo y escultura, que las primeras que se crearon para la adoración cristiana se llenaban de reliquias. Una escultura que portaba en el interior de su cabeza (por ejemplo) una santa reliquia quedaba así consagrada. Así, en los Cristos más antiguos encontramos estas piezas, como en el de Fernando I y Sancha, que contiene una reliquia de la Santa Cruz, o el de la Catedral de Jaca.


¿Cómo se celebraba la Semana Santa en Aragón antes incluso de que existiesen esculturas y pasos? El primer documento que recoge las ceremonias de la Pasión se escribió en torno al año 1000, antes de que naciera el reino de Aragón. Se trata del Sacramentario de Roda de Isábena (Ribagorza), custodiado en Lérida, que incluye dos descripciones: la procesión del Domingo de Ramos y la ceremonia del Viernes Santo con la adoración de la Cruz. En Domingo de Ramos, aquellos primeros ribagorzanos celebraban "una procesión integrada por los cantores de la ‘schola’ y los restantes clérigos, que portaban las cruces, incensarios y el libro de los Evangelios entre candelabros". El problema residía, precisamente, en cómo se debía representar a Jesús. Desde los inicios del Cristianismo se ha hecho de diversas maneras, en la primera procesión conocida, que tuvo lugar en Jerusalén (hacia 381-384), el obispo se montaba en una burra. Otras ciudades de occidente, deseosas de imitar, lo copiaron. Pero en Aragón se optó por representar a Jesús mediante los Evangelios, que portaba el obispo de Roda. Hasta el siglo XII no encontraremos los primeros pasos procesionales; y fue en el mundo germánico. En España hubo que esperar hasta el siglo XV.


La segunda ceremonia del Sacramentario de Roda de Isábena es la del Viernes Santo; y el texto resulta llamativo porque aborda de manera peculiar el rito de la adoración de la Cruz. El documento indica que el madero se pondrá tras el altar, el cual habrá quedado aislado por una cortina sostenida por dos columnas ubicadas entre el pueblo y el altar. Desde allí dos cantores y dos jóvenes elevarán la Cruz, mientras modulan los versos de los Improperios. Tras lo cual, se levantará la cortina y la Cruz se llevará allí donde pueda ser vista por todos los asistentes, los cuales caerán de hinojos y entonarán el ‘Ecce lignum crucis’, seis antífonas y el ‘Pange lingua’.


Los siguientes elementos que explican cómo era la Semana Santa en el medievo son los grupos del Descendimiento, que comenzaron a producirse y utilizarse en el siglo XII. Con esas piezas se celebraba la ceremonia del Descendimiento; y sabemos, tras estudiar esas figuras, que se realizaban mediante Cristos articulados. Así, una misma imagen se utilizaba en tres ceremonias: los Oficios de Viernes Santo, el Descendimiento de la Cruz y la imagen de Cristo yacente en la Cama para el Santo Entierro. Se han encontrado Cristos articulados en el valle pirenaico de Boí, que actualmente pertenece a Cataluña pero que fue de Aragón hasta la creación de las provincias del siglo XIX. Algunas de las figuras de las santas mujeres se vendieron hace décadas y ahora están en museos de París y Estados Unidos. En la propia Cruz se celebraba la ceremonia de los Improperios, donde Cristo se queja del maltrato al Padre e Hijo con esas palabras que empiezan: "Oh, pueblo mío...". Y para eso se llegaron a hacer Cristos de cabeza articulada que se giraban mientras se leían dichos Improperios. A falta de esculturas, en otras parroquias asumían la representación personas de carne y hueso.


Pero todas las ceremonias sufrieron enormes cambios cuando llegó la reforma protestante en el siglo XVI. Los protestantes criticaron muy duramente a los católicos por realizar esas representaciones, que consideraban ridiculizantes y destruyeron muchos pasos germánicos medievales. Los católicos, conscientes del hecho de que la presencia de actores vivos podía ser considerada poco respetuosa, también hicieron sus propias reformas, y se realizó una enorme criba que eliminó gran parte de las esculturas de la época, y otras tantas fueron enterradas (como el Cristo de Siresa) o emparedadas (como las figuras del valle de Boí). "Allí donde se mantuvo la Semana Santa se congeló la tradición: se mantuvieron los pasos, pero al eliminarse las figuras humanas se añadieron a finales del siglo XVI y principios del XVII esculturas que las sustituyeran. Esos grupos escultóricos son los antecesores de nuestros pasos".


Resulta llamativa la diferencia entre el Cristo de los primeros pasos, construido en la Alemania medieval, y los posteriores conjuntos del barroco. De un Jesús digno y hermoso, a una figura que muestra el más profundo dolor. Según el catedrático Fernando Galtier Martí, "en la historia del Pensamiento Teológico hay dos fases. Una es la teología contemplativa, que se da en el primer milenio cristiano. Una teología de la belleza, con un Cristo bello, una Cruz bella, una María bella. Y de ahí se pasa a la teología especulativa, con la filosofía como soporte. El desarrollo cultural es la clave; y llega un momento en que debe conciliarse fe y razón. A través de la razón, Jesús pasa de ser representado como rey a ser protagonista del ‘dolorismo’, donde se medita sobre los horrores que pasaron Cristo y María. Es una inculpación constante al hombre: "Mira lo que tuvo que padecer Jesús, y todo por ti. Y no solamente por los pecados que cometiste, sino por los que cometerás". Y las primeras imágenes de ese ‘dolorismo’ fueron increíblemente duras", destaca el catedrático, que cuenta cómo el obispo de Londres en 1306 ordenó retirar un crucifijo que el artista Thydemannus había vendido a un párroco, y que mostraba un Cristo doloroso. Tal fue el impacto, que se llegó a prohibir su fabricación y exposición

en Inglaterra.


Según Galtier, "la agresividad visual del crucifijo gótico reposa en el principio por el cual el lenguaje de la predicación pasionista es más intenso cuanto más cruda y realista es la imagen". Un axioma que ha sido la base de una violencia "que ha hecho tan célebres este tipo de imágenes. Los más notorios crucifijos góticos dolorosos son los de Santa Maria im Kapitol (Colonia, Alemania), de 1304, y el de la catedral de Saint-Jean de Perpignan (Francia), de 1307. El más célebre y de mayor tamaño en España es el de Puente la Reina, en Navarra, de 1315-1320".


Fernando Galtier señala que "algunos Cristos de segunda generación hubieron de aligerar tan brutal puesta en escena, tanto más que necesitaban del soporte psicológico de experimentados predicadores para no producir en los fieles unos efectos indeseables. De ello es un excelente ejemplo el Cristo del Calvario de la iglesia de San Félix mártir de Torralba de Ribota (Zaragoza), que destaca por una elegante esbeltez de las figuras, que propicia la esencialidad exquisitamente buscada, típica de los momentos finales del siglo XIV". El ‘dolorismo’ fue evolucionando. Aunque se mantuvo a Cristo en la Cruz y a María dolorosa, no se incidía en la crueldad hasta tal grado. "Ahora es un estilo mucho menos agresivo, un neobarroco que todavía se focaliza en el padecimiento, pero sin brutalidad". Las esculturas servían además como ‘catecismo de iletrados’ y con ellas se servía el sacerdote para leer los textos y lograr así que tuvieran un mayor calado entre los feligreses, y se intentó que no causaran rechazo, sino admiración.


La influencia europea


Los ritos de Semana Santa que celebramos actualmente, con las procesiones, los pasos…, son resultado del enorme intercambio cultural en Europa. Esos primeros pasos, tan rudimentarios, se encuentran ya en los países germánicos del medievo, y desde allí procedían sus ceremonias de utilización. Llama la atención, sin embargo, que existan figuras germánicas de la Oración en el Huerto, de la Flagelación, del Nazareno portando la Cruz, de la Piedad..., pero no existan producciones españolas hasta el barroco. De los siglos XII al XV abundan las del Descendimiento, las de la visita de las Santas Mujeres al Sepulcro..., pero no de otros pasajes de la Pasión. Y esto se debe, como indica Galtier, "a la enorme ruptura que significó la reforma protestante. Los últimos temas de la iconografía pasionista fueron esos elementos finales, que procedían de Alemania, Austria, Países Bajos... Y aquí llegaba pasado un tiempo. Pero antes tuvo lugar la Reforma y se interrumpió el intercambio cultural".


Los actuales pasos son, así, herederos de esas primeras figuras románicas y los conjuntos escultóricos de los siglos XIV, XV y XVI. Por desgracia, no se conservan apenas piezas de la época: en la guerra de la Independencia se perdieron gran parte de los pasos zaragozanos y en la Guerra Civil desaparecieron muchos, como en tantos lugares de la provincia de Teruel y en Barbastro. En Zaragoza, solo el Cristo de la Cama y el Ecce Homo son anteriores al siglo XVIII. Finalmente, en 1935 se incendió por causas no resueltas el almacén de pasos zaragozanos. Un siniestro que causó gravísimos desperfectos a muchas imágenes y que supuso el fin de algunas.