El triángulo de amor más puro

Paula Bonet publica ‘813’, una original visión del cine de Truffaut.

François Truffaut y Jean-Pierre Leaud
El triángulo de amor más puro

François Truffaut (1932-1984) es uno de los cineastas más fascinantes de la historia. Un director con encanto, que amaba el cine, las ficciones, las mujeres y los dones de la vida. La joven ilustradora y escritora Paula Bonet (Vila-real 1980) le ha dedicado ‘813. Truffaut’: un cuaderno subyugante, lleno de encanto, gracia, ternura y admiración "hacia su manera de ver y reflejar el mundo y todo aquello que le angustiaba o sobrecogía y que supo transformar en arte".


El libro, cuaderno más que novela gráfica, consta de dos partes muy claras: una centrada en su biografía, en su pasión por el cine, en su condición de niño casi excluido o niño desamparado, y en el triángulo que formó con el actor Jean-Pierre Leaud ("solitario, antisocial y rebelde" como él) y ‘álter ego’ de ambos: Antoine Doinel, el joven de ficción de ‘Los 400 golpes’ (1959), su primer gran éxito. Paula Bonet, que ha trabajado con primor e imaginación -detallista, exhibe delicadeza e invención, tanto en la parte visual como en la literaria-, titula este primer apartado ‘El hombre que amaba el cine’ y fija una estructura que le servirá para todo el conjunto y para el análisis de sus películas: el triángulo.


La segunda parte lleva por título ‘El poliedro de las tres caras’ y propone un viaje meticuloso por tres de sus películas capitales: ‘Jules y Jim’ (1962), basaba en un hecho real, ‘La piel suave’ (1964), que contó con una musa inextinguible como Françoise Dorléac, hermana de Catherine Deneuve, fallecida en un accidente de coche a los 25 años, y ‘La mujer de al lado’ (1981). Todas ellas están explicadas mediante triángulos de amor.

Al fin y al cabo, Truffaut fue, sobre todo, el cineasta del amor, de los enamorados, de las pasiones, de la alegría de los sentimientos, el placer y el sexo; él mismo solía tener romances con casi todas sus actrices: con Jeanne Moreau, con Dorléac, según se cuenta en una biografía y dijo el Nobel Patrick Modiano, con Isabelle Adjani, con Catherine Deneuve o con Fanny Ardant, su última compañera, protagonista de ‘Vivamente en domingo’, la postrera película que fue un homenaje, en blanco y negro, a Alfred Hitchcock, con quien conversó largo y tendido, y de ‘La mujer de al lado’, donde era aquella fascinante vecina, escritora de cuentos y jugadora de tenis, que regresaba desde las sombras del pasado con una atracción irresistible. Carnal y espiritual.


Truffaut vivió una infancia dramática. Su madre le mintió acerca de su padre. El niño vivió en "un entorno hostil y precario (…) creció, pues, refugiado en la lectura y en la oscuridad de las salas de cine, a las que asistía a escondidas". Quizá por ello, Paula Bonet concluye que "en François Truffaut, ficción y realidad se confunden: literatura, cine y vida real forman un todo".


El cuaderno, ‘813’, título de una novela de Maurice Leblanc que le encantaba, está lleno de anécdotas, de revelaciones, de suculenta información: acudió a una clínica para una cura de sueño y leyó ‘Las dos inglesas y el amor’ de Henri-Pierre Roche, autor también de ‘Jules y Jim’ (que encarna "el triángulo de amor puro"), cuya prosa poesía una emoción que salía "de la nada, del vacío, de todas las palabras rechazadas".


El cuaderno es muy bonito. Equilibrado. Envolvente. Una pequeña joya. Dentro hay lecciones de cine y de convivencia, hay pensamientos, aventuras, diálogos y fragmentos de guiones; hay pasión, humor, exaltación de la alegría, drama, y hay un trabajo artístico estupendo, vibrante, hecho de plasticidad, de calidez, de matices de color y de luz y de ingenio. Truffaut, al fin y al cabo, confesaba: "Busco la intensidad en el cine, como en la vida".