"Los padres no somos animadores de ludoteca"

Catherine L’ecuyer
Abogada, consultora y experta en educación

Catherine L'ecuyer
Catherine L'ecuyer
Oliver Duch

Me asombran sus tesis. ¿Por qué cree que la educación de los niños debe basarse en el asombro?

Hoy, nos preocupa que los niños no aprenden al ritmo esperado y no se motivan. Por lo tanto, al asombro, que es el deseo por conocer, se le tendría que dar mucha importancia.


Entonces, ¿nada de matemáticas, lengua y sociales? ¿Solo aquello que pueda llamar la atención?

¡No! El asombro no es solo desmayarse ante una flor. Un niño de tres años no se asombrará ante una operación matemática porque no toca. Pero sí lo hará cuando sea más mayor. Y asombro no es lo mismo que fascinación, porque una persona puede estar fascinada por la pornografía.


Y a usted, ¿le asombran todos los deberes que les mandan?

En su justa medida, no son malos. Pero el equilibrio es difícil. Uno de tus hijos puede tener dos minutos de deberes y otro, dos horas. Y si están más de una hora, ¿qué hacen en el colegio? A veces en clase les ponen una peli y en casa están haciendo deberes...


Dice que los niños parecen hoy ejecutivos estresados. ¿No es bueno que tengan sus horarios?

Sí, pero no es necesaria una agenda llena de actividades y que no tengan tiempo libre para jugar, quedar con un amigo o para pensar. Horario ya tienen en el colegio.


Yo hice idiomas, solfeo y piano, además de deportes. ¿Soy entonces un maleducado?

No, pero no es necesario. En la educación infantil lo importante es consolidar el vínculo de apego. Además, todo no cabe, porque hay edades en las que el niño debe dormir doce horas y, si duerme diez, no rinde al día siguiente.


También los padres van hoy muy estresados. ¿Esto tiene solución?

¡Todos vamos estresados! Una cosa que podríamos hacer, aprendiendo de los niños, es vivir en el momento. Hacer cada cosa en el momento que toca, y no estar pensando en el futuro o en el pasado.


Siendo usted una canadiense en España, supongo que le asombrarán muchas cosas...

Llevo aquí doce años ya. Sí, me han asombrado y me siguen asombrando. ¡Entre ellas mi marido! ¡Por él vine! Y estoy muy a gusto. Mis hijos son de aquí.


Y a sus cuatro hijos, ¿cómo los asombra?

No hago ningún tipo de esfuerzo para asombrarlos, el asombro ya lo llevan en sí. Lo importante es rodearlos en la medida de lo posible con oportunidades de belleza. La belleza es lo que asombra.


Usted pide que los niños se aburran, pero ¿aburrirse no es lo contrario a aprender?

Hay dos tipos de aburrimiento. El malo es consecuencia de la sobreestimulación, porque cada vez necesitan más estímulos y se aburren cuando no los consiguen.


No sabía que hubiera un aburrimiento bueno...

Pues sí. Es el preámbulo al juego libre, en el que el niño encuentra la chispa de la creatividad. Es el aburrimiento que, en vez de curarlo con un dvd, que es la receta fácil, lo haces diciéndole al niño que se busque un juego. Y él, con su imaginación, construye algo.


¿Cómo parar a los pequeños?

¡No hace falta pararlos! ¡No hay que buscar su aburrimiento! Si ellos están en marcha, fantástico. Lo que digo es que en el momento en que el niño se aburre, no hace falta actuar como animadores de ludoteca, porque los padres no somos animadores.


Ahora va a publicar ‘Educar en la realidad’. ¿No es un poco triste tener que educar a los pequeños en la realidad actual?

La idea no es enseñarles las desgracias del mundo. Cuando hablo de realidad, me refiero a que ellos deben aprender de la realidad, de lo que perciben a través de sus sentidos. Es decir, que aprendan a través del mundo real y no del virtual. Los niños pasan demasiado tiempo delante del ordenador. Y la mejor preparación para el mundo ‘online’ es el ‘offline’.