En busca de la secuencia de ADN de un aragonés de hace 7.000 años
Científicos de la Universidad de Harvard estudian el material genético de los restos óseos encontrados en la cueva oscense de Els Trocs. El yacimiento, en el que se trabaja desde 2010, se ha convertido en un lugar clave para entender el Neolítico en la Península Ibérica

El aragonés José Ignacio Royo dirige desde el año 2009 las excavaciones arqueológicas en la cueva junto a Manuel A. Rojo, de la Universidad de Valladolid. En el equipo de trabajo se integran también especialistas del CSIC o de las universidades de Tübingen, Basel o Autónoma de Madrid.
Se ha estudiado una superficie pequeña (un triángulo de 1,5 metros de base por 2 metros de altura), pero con una tremenda densidad de restos. "Es una de las constantes en toda la cueva añade Rojo. Hemos encontrado seis esqueletos completos de cordero, algunos de ellos neonatos, numerosos huesos de vaca, unos cuernos de vaca y el hacha que se utilizó para extraerlos, un buen número de mandíbulas y calotas humanas... Es tanta la concentración de materiales de la cueva que este año nos hemos tenido que ir sin acabar de estudiar toda la superficie que teníamos prevista". También se ha estudiado una zona de vertedero.
Hace cuatro años, el equipo de investigación sopesaba la hipótesis de que la cueva de Els Trocs hubiera tenido un uso ritual en la Antigüedad. Pero desde hace ya un tiempo defienden que se usó como refugio de pastores.
"Lo del pastoreo no es ya una hipótesis de trabajo, sino una realidad constatable subraya Rojo. El lugar, las características del entorno, los hallazgos... todo apunta en esa dirección, todo indica que se usaba durante unos meses al año, fundamentalmente en verano. No hemos hallado indicios como semillas o muestras de polen que aparecen en otras estaciones del año".
Y es que la tierra que se extrae del yacimiento es sometida a un meticuloso escrutinio. "Los sedimentos no solo se criban apunta Royo, sino que también se ponen a flotar, algo que en Aragón no se había hecho nunca. Eso nos permite recuperar el 100% de la información que nos puede dar la tierra. Por ejemplo, estamos recogiendo material tan diminuto como los huevos de los parásitos que tenían las ovejas".
"Los huesos muestran evidencias de una violencia inusitada añade José Ignacio Royo. Y quizá eso demuestre que en el Neolítico, como hoy en día, se luchaba por lo que siempre ha batallado la humanidad, por los recursos naturales, por el control del territorio...".
Mientras los distintos especialistas van componiendo sus conclusiones y avanzan en el conocimiento de los vestigios recuperados, el yacimiento espera una nueva campaña de trabajo para este verano, pese a la crisis económica. La cueva está protegida para evitar vandalismos, tiene reducidas dimensiones (poco más de 100 metros cuadrados) y los restos más antiguos aparecen a 1,5 metros de profundidad. Aunque toda la tierra que se extrae se analiza minuciosamente, el equipo científico ya ha completado la excavación arqueológica del 50% de su superficie. Se espera que en un plazo relativamente breve se concluya la excavación.
Otra cosa es el estudio de los restos encontrados y su posterior interpretación, que seguramente se prolongará durante décadas. "El yacimiento es muy importante y nos permite ensayar una nueva forma de hacer arqueología concluye José Ignacio Royo. Nos va a dar una información ingente".