Un paso firme

La victoria ante el Girona tiene un considerable valor, por la entidad
del rival y porque el Real Zaragoza regresa a la zona de promoción.

Borja Bastón y Pedro celebran el gol del triunfo del Real Zaragoza, ayer, en la Romareda
Un paso firme
Mestre/Navarro

Ranko Popovic va afilando poco a poco al Real Zaragoza, que ha sumado siete puntos de nueve posibles bajo su todavía corto gobierno y que también está cambiando las tendencias de fondo de su régimen de funcionamiento. Ayer dejó en la cuneta al Girona, un bloque que ha sido líder de la Segunda durante bastantes semanas y que se presentaba en La Romareda con unas amenazadoras credenciales como visitante. Durante el partido, hizo honor a las mismas. Sin embargo, el conjunto aragonés entendió bien cómo estar a la altura que requerían las exigentes circunstancias. A pesar de encajar pronto el gol, dio la vuelta al guión que empezaba a escribirse entonces, dato que constituye otra positiva noticia, porque hasta ahora no era costumbre sobreponerse a este tipo de adversidades.


El Real Zaragoza crece, avanza, gana y se vuelve a introducir en el selecto grupo de equipos que, en términos teóricos, disfruta del derecho a disputar la promoción de ascenso a Primera. En este orden, el resultado de ayer era crucial. O se ganaba al Girona o se corría el riesgo de perder algún tren que otro. La victoria, por el contrario, supone la conquista de una frontera.


Arrancó bien el partido el conjunto aragonés, muy metido en sus obligaciones. A los dos minutos, la afición aragonesa ya reclamó al colegiado Sánchez Martínez un claro penalti a Ruiz de Galarreta, quien fue derribado dentro del área después de ser agarrado de la camiseta. Sin embargo, el colegiado, a quien se destinaron sonoras pitas por su deficiente arbitraje, no vio motivo para señalar tan temprano una pena de esta naturaleza.


Poco después, Borja Bastón se quedó solo ante Becerra, guardameta del Girona, quien le aguantó bien en su salida y le cerró ángulos. El ariete no encontró la fórmula para introducir el balón en la portería, perdiendo así una de las más claras ocasiones que se crearon.


Esos compases iniciales hicieron pensar en una tarde de alegría, de holguras, acaso de corte semejante al presenciado frente a la Ponferradina. Sin embargo, tales impresiones no se confirmaron, en modo alguno. Todavía no se había alcanzado el cuarto de hora cuando Mata situó por delante al Girona, en una galopada límpida hacia la portería de Whalley, después de que la defensa en línea del Real Zaragoza no supiera aplicar con eficacia el fuera de juego. El delantero catalán no perdonó en su remate, realizado según mandan los cánones, de forma sencilla, dado que nada ni nadie le pidió otra manera de definir.


A partir de ahí, giraron las fuerzas del partido. El Real Zaragoza se vio sometido a más exigencias y presiones. El bloque gerundense, en cambio, se asentó en su modo más tradicional de comportarse, ejerciendo una fuerte presión sobre la salida del balón y en toda la llamada zona ancha del campo.


Apoyado en el viento que en ese momento soplaba a su favor, dispuso de una pelota para tomar mayor ventaja. El remate raso de Sandanza no encontró puerta por poco. Más tarde, el colegiado anuló un gol a los visitantes, por fuera de juego. El Real Zaragoza acusó durante unos minutos el golpe recibido y quedó expuesto a peores consecuencias. La suerte le echó una mano esta vez.


Sólo se restableció con el paso de los minutos y el paso del balón por las botas de Ruiz de Galarreta, en torno a quien el fútbol del equipo aragonés cobra más sentido. Con menos bajas que hace una semana por la recuperación de Cabrera y Dorca, el Real Zaragoza ganó en coherencia interna y se aproximó a la versión que surgió frente a la Ponferradina.


Es verdad que ayer no brotó un fútbol tan depurado como se produjo en aquella tarde, que aún ejerce de referencia; pero sí se dio un juego de ese perfil. Quizá le faltó algo de serenidad a la escuadra de Ranko Popovic en esta fase de la contienda. El Girona, muy bien asentado en el terreno de juego y con ideas perfectamente interiorizadas acerca de cómo debe abordar los partidos fuera de casa, se defendió con orden, a la espera de organizar otro contragolpe con el que liquidar de forma definitiva al adversario.


Al tiempo de descanso se llegó con la referida ventaja catalana en el marcador, sin más novedad que las críticas del público a la labor arbitral, juicio soberano que al final casi se convirtió en una constante.


De regreso al césped, el Real Zaragoza empleó igual actitud que al principio de la tarde. En su primera incursión por la derecha, José Fernández estuvo listo. Forzó la expulsión de Bigas, al ver la segunda tarjeta amarilla. Desde ese instante, cambió el escenario. El Real Zaragoza supo aprovechar la ventaja numérica, abrió el campo y empezó a llegar con intenciones definidas a la portería de Becerra. Borja y Pedro fueron los primeros en lanzar amenazas serias. Eldin recogió el fruto de una acertada combinación entre ellos. En el minuto 55, marcó el gol del empate. Situado en esa inercia, el conjunto aragonés no bajó la intensidad. Al poco, Eldin provocó un penalti, por mano de Ramalho. Borja Bastón fue el encargado de transformarlo, sumando de esta forma su decimoprimer gol de la temporada.


Con el camino de la remontada ya encarado, el Real Zaragoza perdió fuelle en sus despliegues y precisión en el manejo de la pelota. Pudo llevarse un buen disgusto en alguna aproximación del Girona. Pero la fortuna estaba de su lado. Al final, alzó los brazos por la conquista de una victoria necesaria. Como es evidente, todavía no podemos saber dónde se encuentra el techo de este renacido bloque; pero sí se anuncia que puede tener un suelo alto, una elevada capacidad para competir ante cualquiera. Con Popovic al frente, no conoce la derrota y se ha impuesto a duros rivales que están o estaban por encima.