Berdejo recuerda sus días de escuela

Hace 40 años que este pueblo se quedó sin escuela. Como homenaje a quienes por ella pasaron, la han convertido en un museo donde se expone material y mobiliario empleado hasta 1974.

El alcalde de Berdejo, Fernando Escribano, muestra la antigua escuela que han recreado.
Berdejo recuerda sus días de escuela
Macipe

Cuando la escuela se cierra el pueblo se muere. Es una afirmación que repiten los vecinos de las localidades que irremediablemente envejecen, a pesar de algunos intentos de atraer nuevos pobladores. En Berdejo hace 40 años que se quedaron sin alumnos, pero no han querido dejar morir los recuerdos de los días en los que tuvieron maestros y los han recopilado en un museo.


Dos fueron los niños matriculados en el último curso, el de 1974-1975, lo que hizo que el lunes 21 de octubre de 1974 quedase suprimida la unidad escolar de asistencia mixta de este pueblo. Unos años antes, en septiembre de 1966, la evolución demográfica había obligado a otro cambio. Lo que habían sido escuela de niños y escuela de niñas pasó a ser mixta. Consumado el cierre, el mobiliario y el material que había servido para la enseñanza durante años en dependencias del ayuntamiento se trasladó para apilarlo en una capilla de la iglesia parroquial de San Millán.


Hace cinco años comenzó la restauración de ese edificio, también conocido como Casa del Lugar. Acabada está actuación, se emprendió otra más modesta, que tenía como objetivo la creación de un pequeño museo de la escuela rural. Se trata de un homenaje y un recuerdo a quienes por allí pasaron, alumnos y maestros, parte de la vida que tuvo este pueblo hasta que el éxodo rural fue dejando una enorme huella.


En 1960 había censados 209 vecinos pero se fueron más de la mitad (107) en solo una década. Esa diáspora fue vaciando los pupitres. Los 13 alumnos matriculados en Berdejo durante el curso 1966-1967 se quedaron en siete tres años después. Esos se vieron reducidos a dos, cuando siendo maestra solo por unos meses María Jesús Franco, tuvo que tramitar a través de la Inspección de Educación el cierre.


"Al arreglar el antiguo ayuntamiento recuperamos los muebles, los mapas, todo el material, y en lo que antes estaba abuhardillado y cerrado, que ahora está abierto, hicimos el Museo de la Escuela de Berdejo", cuenta Fernando Escribano, alcalde y antiguo alumno. Un mapa editado por la Diputación de Zaragoza de 1903, los pupitres con sus tinteros, un bidón en el que llegaba la leche en polvo del Plan Marshall, pizarras, el ábaco, cuadernillos y libros que habían pasado la aprobación de la Iglesia... Son piezas originales de este espacio, al igual que la vara del maestro o la estufa que caldeaba los días fríos que el invierno trae a este valle del Manubles.


A algunos de los que visitan este museo les vienen a la memoria momentos que eran comunes en las escuelas ya inexistentes de tantos pueblos. Había que hacer la tinta para escribir, "revolviendo agua y unas pastillas", cuenta Escribano, o se castigaba sin ir a comer. "Yo me quede muchísimas veces", recuerda el primer edil. Y no podía engañar al maestro "porque vivía en mi casa", añade.


Anécdotas como esta, fotografías, dibujos, expedientes académicos y la historia oral de alumnos y profesores quedaron compiladas hace cuatro años en un libro de Salvador Berlanga Quintero: ‘Berdejo. Una mirada desde la escuela’. Con él se recuperó la historia del municipio entre 1920 y 1974, gracias a la ilusión y al trabajo de un grupo de colaboradores, convencidos, como en sus páginas expresan, "de que la escuela y la sociedad caminan siempre de la mano".


En estos 40 años no ha habido posibilidad de reabrirla. En la actualidad el pueblo tiene tres niños pero están escolarizados en Soria, donde trabajan sus padres. "Una vez que se cierran es muy difícil que vuelvan a cobrar vida, salvo que sea así, como museo", manifiesta Escribano. Con el suyo, este pueblo despierta recuerdos infantiles, conserva la memoria colectiva e invita a conocerla a aquellos que como turistas o visitantes, hoy llegan dispuestos a descubrir y valorar el silencio de sus calles y paisajes.