Aragón ha detectado 326 casos de malaria en la última década, 17 en lo que va de año

Todos los diagnósticos que se han registrado hasta el momento son importados, excepto uno que se dio en Sariñena en 2010.
No se transmite de persona a persona y se trata con antibióticos

Nunca un diagnóstico de malaria había aliviado tanto a los aragoneses. Aunque la mayoría de la población no conoce bien esta enfermedad (también bautizada como paludismo), el hecho de que sea ella y no el ébola la causa de la fiebre y el malestar del guineano ingresado en el Royo Villanova ha sido todo un motivo de alegría. 


En parte, porque no se trata de un mal tan desconocido: aunque la malaria está formalmente erradicada en España desde 1964, Aragón recibe cada año un puñado de casos (de media, unos 30) que llegan en huéspedes que han viajado a zonas como el África subsahariana, Papúa Nueva Guinea, el sudeste asiático y la India. 


La comunidad autónoma ha contabilizado 309 casos de malaria en diez años, a los que hay que sumar un puñado más si se tiene en cuenta que van 17 en el 2014. De ellos, uno fue autóctono: se detectó  en Sariñena (Huesca) y quedó claro que la causó un mosquito de la tierra. Después de todo, esta patología fue endémica en España hasta 1967, sobre todo en zonas húmedas, como el Delta del Ebro o el Guadalquivir. En 1940, causó 5.000 muertes en nuestro país.


La malaria se acompaña de síntomas compatibles con los más tempranos del ébola: fiebre, escalofríos, malestar, anomalías hepáticas, dolor de cabeza y sudoración excesiva. Pero tiene dos características mucho más halagüeñas que el temido ébola: no se transmite de persona a persona (sino por la picadura de mosquitos del género anopheles) y, además, hay tratamiento a base de antibióticos. Riesgo global

No obstante, sus bondades no pueden convertirse en una excusa para cerrar los ojos ante su avance y, además, tampoco es tan inofensiva como puede parecer a priori: el paludismo causa casi un millón de muertes anuales y es una de las enfermedades que, según Salud Pública y los comités internacionales, podrían resurgir. 


Todo se debe, sobre todo, al calentamiento y la globalización, que están causando un repunte de enfermedades exóticas. Muchas veces, estas se propagan por vectores como los mosquitos, que viajan en las cabinas de los aviones o por carretera.


En estos diez años, se han contabilizado, por ejemplo, más de 16 casos de dengue, todos ellos importados. Esta enfermedad, puede tener manifestaciones muy dispares que van desde un cuadro asintomático hasta hemorragias y choque con riesgo mortal, la transmite el mosquito tigre, que ya campa a sus anchas por el eje mediterráneo español. En 2013, además, se detectaron más de 2.100 casos de afectados por dengue en la isla de Madeira.

Otra de las enfermedades que transmite este diminuto agente es la fiebre chikungunya, que en 2007 causó un importante brote en Rávena (Italia). Hubo unos 200 afectados con fiebre y terribles dolores articulares. 


El sistema de prevención aragonés ha demostrado ser eficaz y controlar con eficacia lo que llega, sin embargo, no hay que bajar la guardia. Gracias a los fluidos corporales (como es el caso del ébola); a los animales que actúan como vectores (entre ellos mosquitos y ratas) o al aire (la gripe, por ejemplo), las ‘nuevas enfermedades’ avanzan sin tregua en nuestro entorno.