Veinte horas con Luis

La posibilidad de que el atrincherado en el bar de la calle de La Salina cumpliera sus amenazas y se quitara la vida era para todos la más remota. De ahí que la muerte de Luis Rocaful haya dejado un sabor amargo entre los especialistas del Cuerpo Nacional de Policía. El esfuerzo fue ímprobo pero el resultado, frustrante

Una agente estuvo en todo momento agachado en una esquina observándolo.
Veinte horas con Luis
José Miguel Marco

El fatal desenlace del atrincheramiento de Luis Rocaful en el bar Maxi 2 ha dejado un sabor amargo en la Jefatura Superior de Policía de Aragón, ya que los intensos esfuerzos de sus especialistas no dieron esta vez el fruto deseado y no hubo forma de convencer al vecino de Miralbueno de que su inexplicable acción tenía arreglo. De que había otra forma de solucionar las cosas y de que nadie tenía por qué resultar lastimado. Sin embargo, el empecinamiento y obstinación del ya fallecido se impusieron a la entrega y dedicación del mediador, un inspector jefe curtido en mil batallas que se olvidó de las maletas que tenía preparadas para marcharse de vacaciones y permaneció durante casi veinte horas junto a Luis. Una y otra vez le tendió su mano, pero este no quiso agarrarse a ella. ¿Un fracaso? Habrá quien así lo califique, pero el destino no está escrito. Y haciendo lo mismo se pueden obtener resultados muy dispares: porque ni siquiera el mayor de los esfuerzos garantiza a veces la recompensa.


Hace ya algunos años que los responsables del Cuerpo Nacional de Policía se dieron cuenta de que el ariete y el asalto no son siempre la mejor solución en una situación de crisis. De ahí que en 2007 se decidiera crear una red nacional de negociadores, que cuenta con alrededor de cuarenta profesionales repartidos por las capitales más importantes. Son personas dotadas de habilidades sociales y empatía, capaces de ofrecer una cara cálida y a la vez mantenerse emocionalmente frías. Cuentan con una dilatada experiencia policial y son auténticos expertos en el arte de la persuasión. Pero también son humanos y les toca sufrir. En casos como el del bar Maxi 2, por partida doble. Porque si ingrato resulta asistir en primera persona al suicidio de una persona, nada  placentero se antoja tampoco comunicar a sus allegados la noticia que nunca esperan escuchar. Máxime, cuando ni siquiera se la habían representado.


«Lo único que quiero es que me dejeis en paz y que os vayais», repetía ayer el atrincherado desde el altillo de la segunda planta. «Hostia Luisito, deja la pistola y acaba ya con esto», le respondía el también incasable mediador. Combinado los tacos y el tono firme con los apelativos cariñosos este trataba de ganarse su confianza. Lo hacía, eso sí, enfundado en un chaleco antibalas y parapetado tras la esquina del acceso al garaje. En el lado opuesto, agachado, un compañero observaba los movimientos de Luis Rocaful a través del espejo que utilizan habitualmente los conductores para saber si pasa algún peatón por la acera.


Pero las horas pasaban y la situación no evolucionaba, lo que obligó a entrar en acción a otro grupo de especialistas: los Grupos de Operaciones Especiales (GOES). No hay más de diez en la Jefatura Superior de Aragón, por lo que hubo que rescatar a alguno de su destino vacacional. Su misión no era fácil, ya que con una acción rápida debían desarmar al atrincherado y neutralizarlo. Se ayudaron de gases lacrimógenos, pero para conseguir que estos tuvieran más efecto fue necesario afinar la puntería. Por lo que se aprecia en las imágenes, sus escopetas Franchi no llevaban la clásica bocacha. De hecho, parece que en lugar de a los botes recurrieron a cartuchería 12/70, que al ser más pequeña resulta más eficaz para sortear la estrecha separación que hay entre los barrotes del altillo. Algunos de los disparos impactaron en hierro, pero otros se colaron por el cristal y lograron su primer objetivo: hacer moverse a Luis Rocaful.


Pero tampoco los esfuerzos de estos especialistas se vieron recompensados, ya que, tras media hora de asedio, el atrincherado optó por quitarse la vida.