La venganza

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Como tantas veces había hecho de niño, hice mía la casa de mis abuelos. Eran las doce, dormíamos todos; todos menos mi padre desaparecido. Fuertes golpes aporrearon nuestra puerta, hasta reventarla. Nos sobresaltaron.

Los hampones nerviosos nos gritaban. Iban armados, -¡A ver, papeles de todo esto; del ordenador, del portátil también y de la impresora, ¿y los disquetes?!- Temblaba la voz de mi madre; - ¡Han comprobado mil veces la factura!- ¡tú, cállate¡ -El regalo de antaño de mi marido, me ayuda a ganarme la vida como informática. Los compró, y ahora ustedes…- ¡Qué sabes tú de compras!… - Cuatro pares de piernas sobre el tablero de la mesa, la hicieron crujir. Desequilibrada la estructura, rodaba, - ¡A la chatarra con ella, y con los equipos! –Un ruido seco se estrelló contra el suelo de la calle, y resonó en la noche, tras un portazo.

Cala