Virtualidad literaria

Tenía muchos amigos virtuales y a todos los buscaba por su afición a lecturas y escrituras. Seres humanos varios intercambiaban informaciones literarias, incluso eruditas. Mantenía el control sobre correos electrónicos, blogs, webs, buscadores…Una nueva Torre de Babel instalada en el planeta azul, casi sin que se notase. Lenguas, idiomas y dialectos ya no tenían límites y el mundo escribía en las redes sociales, en las paredes, en los móviles. Era un juego hacer traducciones, incluso simultáneas. Los concursos de relatos, microrelatos, novelas, poemas, nuevas modalidades como haikus y tankas de origen nipón, se enviaban en archivos adjuntos a cualquier rincón. Ella creía que sólo debían quedar, a todo dar, dos máquinas de escribir en su país: la de un amigo admirable de Aragón y la suya. Mientras elucubraba sobre estos y otros aspectos de la modernidad, le iba entrando una apetencia inmensa de cosas como visitar librerías de viejo o escribir una carta de amor con la mejor estilográfica de su colección. Se consolaba preparando su ritual del mes de Abril: Tartarin de Tarascon, versión original en ejemplar manoseado. Un lujo…