Ilona y la Felicidad

Nació y creció en la Aldea de la Felicidad (así se llamaba). La Felicidad estaba separada de todo rastro de civilización por un río que en época de lluvia arrasaba el penoso camino de piedras y barro que se volvía intransitable. El día más feliz para Ilona era aquel en que la naturaleza permitía a los mercaderes acercarse con provisiones y todo tipo de chucherías y telas de colores a hacer las delicias de los pocos habitantes de la Felicidad. Ese siempre fue su contacto con ese mundo con el que soñaba casi a diario. Un día decidió esconderse en la caja vacía de un muchacho que siempre se acercaba a la aldea a traer golosinas. Así fue como llegó a su mundo soñado que lo único que le ofreció fue desolación y miseria, y cuyo único techo para cobijarse fue el cielo gris de las grandes ciudades. Sus ojos se llenaron de las fastuosas vitrinas y escaparates a los cuales no podía acceder. Hoy Ilona deambula por las calles y busca desesperadamente al mercader que la devuelva a la Felicidad de donde nunca debió salir. Cuantas veces tenemos la paz, dicha y felicidad en nuestro alrededor y nos dejamos llevar por espejismos. Buen regreso Ilona.