Hechizo

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Ayer salí simplemente de casa, al atardecer, para dar un paseo. Al cruzar el Puente de Piedra me quedé sin respiración al ver el cielo de Zaragoza. Era más azul que nunca en el crepúsculo; un turquesa profundo y marino donde cabalgaban nubes imposibles: onduladas, rizadas, descabelladas nubes doradas, con panzas rojas y violetas. Y al fondo un enorme disco de oro agazapado tras el Moncayo, el monte erecto del Valle Medio del Ebro, con su frente nívea y lejana. El Axis Mundi, la Columna que sostiene la cúpula celeste, el tótem fálico, conector de la Madre Tierra y el Cielo proceloso. Fue tal la impresión recibida que quedé hipnotizado por unos minutos.

Desaparecieron por ensalmo las crisis y los torpes dictados de los hombres.

A veces los días te dan tales dones. Son regalos maravillosos por los que no se puede pagar sino con amor.


Daniel Grustán Isabela